sábado, 11 de julio de 2009

CAPAR UN MARRANO, EL MURO Y EL PUENTE NUEVO.


Casilla de peones camineros y Molino de la Alegría
El Molino de la Alegría hoy extraordinario Museo, a la izquierda la casilla.

Estamos en el año 1959, la casilla que se ve a la izquierda de la fotografía, era la casilla de la novia de Carlos, donde vivía ésta con su padres. Cierto día fui invitado a presenciar la castración de un marrano para poder cebarlo. Sacaron el animal al terreno delante de la casilla, al que sujetaron los adultos, el experto, con una brocha, le untó Zotal (*) en la zona genital, selecciono con una mano la zona, apretó y, con un cuchillo le dio un corte en el escroto, quedando a la vista los testículos, que seleccionó aún más, extirpándoselos al animal. Los chillidos del mismo ya se pueden imaginar, llenaban toda la ribera. Inmediatamente después de la cruenta operación quirúrgica, no recuerdo si cosió la herida, que dicho sea de paso no era de gran tamaño, vuelta a untar Zotal con la brocha y, suelta del animal que salió como una bala corriendo.

Las preguntas habituales:

¿Qué le pasa ahora? ¿Se le cura sola la herida? ¿Se desangrará? Las contestaciones: -Nada. -Si. -No.
Por delante de esa casilla pasaba un camino que utilizaba el primer arco del puente y accedía a la zona entre puentes directamente como puede verse en la fotografía.

En esas fechas, años sesenta, estaban terminando el muro de protección entre puentes y como se podrá ver en la foto siguiente, lo que hoy día es el soto; reserva biológica, etc. etc., no era nada. El río estaba sirviendo de cantera para la extracción de arena y grava para la construcción del muro de la Avenida de la Confederación. Aún no había nidación en la zona, de la multitud de especies que ahora lo hacen. Es un modelo de cómo el hombre modifica la naturaleza. Si hubiesen mantenido esa zona limpia de maleza, ésta no se hubiera adueñado del cauce. Es el caso que está ocurriendo en la zona del molino de Martos, y el embarcadero. Abandono total de la limpieza de las orillas que están cada vez más invadidas. No significa renunciar a la naturaleza, no, significa controlar esta de forma que pueda ser disfrutada, y no sea ella la que marque la pauta para futuras actuaciones. En ese molino se ha gastado la administración una fortuna y ahora no corre el agua por sus entradas, por culpa de no haber ejercido el control de la zona.

Vista de la cantera entre el puente viejo y el nuevo
Una aérea del espacio entre los dos puentes, aún no eran los sotos de la Albolafia y reserva ecológica

El Molino de Martos ya había sufrido la riada que dejó esa curva del meandro cubierta de arena. La isla del puente viejo junto a la ribera si está, menos poblada que ahora, pero está. El nuevo murallón, que se construyó en la década de los sesenta, protege Villa Cachonda y el Campo de la Verdad, de la primera se divisa hasta la calle principal, de la segunda algunas casas de la Avenida de Granada. A la derecha, en lo que hoy es la avenida de la Confederación (no quiero llamarla como se llama ahora porque no me da la gana), se divisa también el grupo escolar de detrás de la Calahorra; el Altillo, donde tenía Perfecto Sillero su taller, y unas cuantas edificaciones más.

El puente nuevo, llamado de San Rafael, inicio su construcción en 1949 y se inauguró el 29 de abril de 1953, por el Dictador. Hasta el 2004 ha tenido adosada la placa de conmemoración de la inauguración. No se sabe si ésta fue retirada oficialmente, o anónimamente por la vía de los hechos consumados, por alguien que aplicó la ley de la memoria histórica anticipadamente.

Después de la inauguración, banderitas, coches descapotables con los gerifaltes del momento, aclamación, todo hay que decirlo, lo primero que destrozó el agua fue la base del puente nuevo, se la llevó el río. Decíamos, así le habrán echado a la mezcla de cemento. Se puede observar en la irregularidad de la corriente, en lugar de verse un línea recta del escalón a lo largo del puente.

Hoy en día esa zona es un vergel, pero caótico, incontrolado, como el citado del Molino, y sin ir más lejos el de la isla de las estatuas, unos metros río abajo, que ni siquiera se ven ya. Se podría actuar moderadamente en las diferentes zonas para poderlas compartir con la naturaleza. Unas veces no descubrimos el patrimonio y otras lo dejamos cubrir por la naturaleza. La suma de ambas cosas es la dejadez política, una vez que la foto de la inauguración ha sido publicada, y el momento de gloria vivido.

(*) Desinfectante de uso animal.

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