sábado, 18 de julio de 2009

Del puente del Arenal al Nuevo, y a lo lejos el Novísimo –por ahora-.



Al fondo a la derecha estaba el dormitorio de un mochilero que no me pereció oportuno fotografiar, por aquello de los derechos de imagen.



Preciosa vista.



Igual de bonita.



El Molino de San Antonio aparece tímidamente por la izquierda.



Esto no pega, pero es la cultura de los que nos precederán ¿Buena? ¿Mala? Distinta.



Sigo pensando que era mejor el derroche lacteo de antes, que la ingestión de alcohol para el higado.



Sigue sin ser agradable por mucho de Paco Capra que se las quiera uno dar.



Maravillosa la naturaleza, pero como no se regule nos pasará como a las ciudades mayas o a Angkor.



Si comparamos con el fotograma de Werrybee (culpable de este churro de reportaje), cincuenta años atrás, la diferencia es increible.



¿Dónde están las estatuas? ¿Cuánto nos costó la idea? ¿Cuánto nos costará aún?



Otra vez la isla sin estatuas. Al fondo otra obra de ingeniería, el novisimo puente -por poco tiempo-, de tablero plano, que según la administración que lo construya se le debe dar peralte o no.



¡Vosotras dos, por qué os asomáis!



En esta zona desembocaba el colector de la ciudad, las doce piedras creo que se llamaba el lugar, a la derecha el embarcadero del Molino de la Alegría. El río estaba delimitado por la corriente del colector (mierda pura cordobesa orilla derecha) y el lugar de baño en la orilla de enfrente de otro color menos chocolate.



Aquí estaba la casilla de la castración del cerdo, hoy un vergel. La sombra de Paco Capra a la izquierda, siempre.



Ni la muralla, ni la masa monumental, ni el aprovechamiento. Esta fotografía es la equivalente a la foto de Werrybee con Julian Mateos.


¡Coño! Las siete y media, que llego tarde con la leche del reportaje.



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