miércoles, 31 de marzo de 2010

OTRA VISITA A LAS ERMITAS


Llegando a las Ermitas. Al fondo la ciudad

Antonio Gala dijo: “Las Ermitas cerraron el horizonte físico de mi niñez. Fueron lo alto, lo blanco, lo lejano. No son pues olvidables para mí.”

Y es cierto, desde la azotea de mi casa se veían, y mi madre siempre decía coge el catalejo y vamos a ver las Ermitas. Ella decía que bien se ve el Corazón de Jesús, bueno. De noche estaban iluminadas, y en el horizonte que dice Gala que formaba la sierra de Córdoba, recortada su oscuridad, en el cielo estrellado destacaban, como un punto luminoso vertical, ya que lo iluminado era una estatua de Jesucristo en una columna monumental, tipo Corcovado de Río, salvando las distancias claro está.

El Monumento

Luego Fernández Grilo el poeta dijo: “/Hay en mi alegre sierra/sobre las lomas, /unas casitas blancas/como palomas.//Le dan dulces esencias/los limoneros,/los verdes naranjales/y los romeros…/”, que diseñaba poéticamente el paisaje. Puedo recordar perfectamente ese “sky line” serrano. Tenía varias significativas siluetas; Las Ermitas propiamente dichas; la gran masa forestal a la derecha que formaba la iglesia del recinto, y algo más a la derecha lo que llamábamos “Pino Gordo”, un solitario árbol que destacaba por su soledad y enormidad, pues te lo imaginabas muy frondoso y grande al poderlo ver desde la ciudad.

La entrada

Pues bien el otro día había desaparecido de mi horizonte “Pino Gordo”, bueno de mi horizonte no, del real, ya no estaba en su sitio habitual, es decir no estaba. Apunté en mi libreta de cosas pendientes averiguar que le había pasado al árbol. En esa zona había unas instalaciones de radiocomunicaciones oficiales y algunas particulares, y alguna vez estuve en su cercanía. Si se sube a la Sierra por el Lagar de la Cruz, antes de llegar, a la izquierda, hay un camino que lo señala.

La cuesta del Reventón

Subir a las Ermitas no es muy complicado, el camino que lleva a ellas es pedregoso pero de suave pendiente. La Cuesta del Reventón, dicen que se llama así desde que una vez el monarca Alfonso XII reventó un caballo cuando le hizo una visita al lugar (¿?). “La Cuesta del Reventón la suben cantando para hacer picón. / Pasan por «Piquín», hay mucho jaral, si no viene el guarda traerán buen jornal.../La Cuesta del Reventón la suben cantando para hacer picón.” Esa coplilla de Ramón Medina la define perfectamente.

El sillon del obispo

Con tranquilidad la subes sin dificultad, cuando te hundes es cuando ves algún deportista que sube corriendo, y algunos mayores habituales que te dejan atrás después del saludo habitual. Es uno de los sitios en los que aún la buena costumbre de dar los buenos días, al ser humano con el que te cruzas, no se ha perdido. Algunos aspirantes a figuras del toreo y otros no menos aspirantes, la utilizan para fortalecer las piernas y el fondo.

El paseo de cipreses

Es un lugar apacible, tranquilo y se respira la paz de la sierra, y el aire sin contaminar de la ciudad. El romero cuando está en flor le pone la guinda al aire, o los pinos. Debajo la ciudad, que desde el sillón del obispo te hace sentir en las nubes. Un paseo de cipreses, lamentablemente empedrado, que te hace mirar al chino del suelo y te quita la vista de la espiritualidad vertical del ciprés, donde éste te señala.

Como te ves yo me vi

De repente una hornacina en una esquina bermellón coronada por una cruz austera, donde se bifurca el camino, hacia lo privado a la derecha, y al cementerio e iglesia a la izquierda, y dentro, tras una reja como si se fuera a marchar, encerrado, un cráneo con un mensaje: “/Como te ves, yo me vi/ como me vez, te verás, /todo para en esto aquí/piénsalo y no pecarás/”. El mensaje es certero, al final todos calvos.

El 600

A la bajada corre el agua por algunos veneros, y el seiscientos hundido en una de las últimas curvas. No sé como acabó ahí. Es como un barco en el fondo del mar, está entre la maleza, en una de las últimas curvas, de un camino que seguro fue impracticable para él, la zarza y la jara lo han colonizado y su esqueleto oxidado se deja ver entre el verdor. Lleva ahí que yo recuerde más de treinta años.

Cuesta abajo

Después la Cuesta del Reventón otra vez, abajo la ciudad, Córdoba, el valle del Guadalquivir, los buenos días, hasta luego, del cruce con los usuarios y las Ermitas se quedan en lo alto, te dejas atrás el final del verso de Grilo: ”/¡Muy alta está la cumbre, / la cruz muy alta! /¡Para llegar al cielo /cuán poco falta! /” tú, camino del infierno urbano, sigues escuchando por el auricular a Pepa Fernández en “No es un día cualquiera”, porque no lo es en el fondo, ninguno lo es.


La vega desde la altura

Fotografías del autor

martes, 30 de marzo de 2010

EMILIO SANTOS POZO, “EL MUDO”. LIMPIABOTAS.


El Mudo con su moto en la romería.

Cuando mi padre me llevaba, allá por los cincuenta del siglo pasado, por el centro de la ciudad, entendiendo éste centro por los alrededores de las Tendillas. Aunque había otro eje importante que era la calle Nueva, hasta la Plaza del Mercado de la Corredera. En la calle Nueva, había el mayor número de ferreterías de la ciudad: El Timbre, el Candado, La Llave, etc. y de droguerías, y de perfumerías, y de zapaterías. Era el paso obligado al gran mercado central de todo el personal que venía de los barrios perífericos y de la provincia.

Alrededor de ese centro que se prolongaba también hacia el oeste, hasta la Puerta de Gallegos, estaban los grandes casinos, y los centros de negocios de labradores y ganaderos. Una calle muy especial entre estas, era la calle de la Plata, en ella se podían ver a famosos futbolistas, toreros, e intelectuales, aunque menos de estos últimos, toda vez porque se prodigaban poco, además de políticos locales de provincias, que hacían hora para despachar con el jefe provincial.

El Bar Plata en la calle del mismo nombre.

Había unos personajes muy significativos. Eran los limpiabotas. Los había de variados estilos, entre ellos se encontraba uno muy especial que siempre me señalaba mi padre; “El Mudo”. Un personaje posiblemente de la edad de él, o quizás algo mayor, con una especia de uniforme creo que azulado, con botonadura dorada, a mí se me antojaba de botones de hotel, o de húsar. Gesticulante, ruidoso, que emitía unos sonidos disonantes, fuertes, como gritos sin acentuar. Bastante parlanchín en su lenguaje gestual. Con una caja con un soporte para el pie del cliente, llena de tachuelas, haciendo dibujos, así como un pequeño banquillo forrado la parte del asiento.

Un limpiabotas cualquiera.

Si nos parábamos un momento mi padre me decía que observara los movimientos. Primero empezaba por introducir unos cartones entre el zapato -para proteger los calcetines de cualquier roce-, y le doblaba el pernil del pantalón, luego abría la caja de cremas y sacaba una pequeña metálica y con un cepillo pequeño de madera le untaba el zapato, otros lo hacían a manos, con los dedos. Ahora empezaba el espectáculo; con un cepillo mayor, también lleno de tachuelas, extendía la crema por toda la superficie del zapato, en unos movimientos de vaivén a la vez que se lo cambiaba de mano, artísticamente, dando una palmada al cogerlo e incluso lo volteaba por el aire. Finalizaba con una bayeta que era la que le daba el toque final, todo esto sin dejar de hablar, mejor dicho de chillar y gesticular. La bayeta doblada y cogida por ambos extremos pasaba por la pala del zapato a una velocidad endiablada, y no digamos por detrás, por el talón. Vuelta al otro pie, bajada del pernil y de nuevo lo mismo.

No me gustaba el oficio, que por otra parte era tan digno como el que más, pero limpiarle los zapatos a un individuo en plena calle, casi sentado en el suelo por lo pequeño del banquillo, y la citada caja de útiles de limpieza, con el soporte para el pie. He dicho individuo y quiero recalcarlo, porque no era gente normal la que usaba de ese servicio. Siempre algún destacado, ganadero, torero, “dandi” o aparentemente adinerado ciudadano eran los clientes. Recuerdo que pasado S. Nicolás, en la calle Concepción había un establecimiento de limpieza del calzado, allí el cliente se subía en unos asientos en altura y los limpiabotas estaban debajo ejerciendo. Iris me parece se llamaba, y si no está ya, estuvo hasta hace poco dedicado a productos del calzado. Aunque la mayoría de los limpiabotas eran ambulantes, como era la vida en ese tiempo. Una vez terminado el trabajo la frase:

- ¡Limpia, limpia, señor! –significaba estar dispuesto para otra trabajo.

Emilio Santos, El Mudo con su bicicleta.

Emilio Santos Pozo, se llamaba “El Mudo”, que también era vendedor de lotería. Era natural de Peñarroya. Tenía una bicicleta que si hubiera sido hoy diríamos de ella que estaba “tuneada”, creo que se dice así. Un habitual de las Romerías con la bicicleta adornada, como si de una carroza se tratara. Siempre encabezaba los desfiles hacía la romería, y ganaba bastantes premios en los concursos. La bicicleta tenía luces por todos sitios y todo tipo de adornos. Y era tremendamente “patriota”, por los símbolos que normalmente portaba. Tenía también, o me lo parecía a mí un cierto porte de legionario. Hay que reconocer que para subsistir había que hacer cualquier cosa, y la clientela que tenía no se lo hubiera permitido, es decir no se hubiera comido una rosca si hubiese hecho gala de otros simbolismos.

Luego se compró una moto, una Lambretta, creo recordar. También era la motocicleta más “tuneada” de Córdoba. Luces intermitentes, por todo el frontal, por los laterales… y aunque, no estoy seguro, pues podía ser una leyenda urbana, se oía que nunca se sacó el carnet. También ahora con un vehículo a motor se podía permitir el lujo de que la carroza fuese mayor. Y Romerías, y más premios. Murió en 2006, y haciendo un simple cálculo, seguro que llegó a los noventa o estuvo muy cerca de ellos, ya que me parece nació por el 1915. Las fotografías que dispongo de él son de la prensa local, pero seguro que hay algunas por ahí mucho más significativas. Anteriores o contemporáneos suyos hubo otros colegas distinguidos que se merecen también estar en la galería de personajes cordobeses, pero los dejamos para otra ocasión.

Fotos del periódico Córdoba.


lunes, 29 de marzo de 2010

CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE LA ARRUZAFA



Fachada del Ex-Convento de San Francisco de la Arruzafa


Como salímos ayer de las cuevas eremiticas de la Arruzafa, y ya que estabamos por esas latitudes, no podíamos menos que detenernos en otro lugar importante de nuestra historia local que está en sus cercanías. El Convento de San Francisco de la Arruzafa.


Camino del Convento

Una vez conquistada la ciudad por Fernando III, fue configurada su división para la nueva religión dominante, y dividida Córdoba en catorce parroquias y correspondientes collaciones. Se configuraron conventos y otros centros asistenciales. Los conventos para el alma de los “nuevos cristianos obligatorios” y otros como hospitales para el cuerpo. El rey Fernando III concedió propiedades a los monjes que lo habían acompañado en la campaña, es decir repartió entre ellos parte del botín de la conquista, para la creación de los citados establecimientos. Otras personas de fortuna, lógicamente con lo ocupado a los árabes, crearon fundaciones y este tipo de patronazgos, cedieron casas y tierras para ellos.


Un recodo del camino

El sitio que nos ocupa hoy es el Convento de San Francisco de la Arruzafa o Arrizafa como otros autores señalan. El lugar de su creación fue en las estribaciones de la Sierra de Córdoba, donde habitaban anacoretas y eremitas en la multitud de cuevas que había desde la Arruzafa hasta la Albaida, desde mediados del siglo XIII. Esos terrenos habían sido en el siglo VIII los del palacio de Abderramán I, dónde cultivó multitud de especies arbóreas y plantas nuevas por estas latitudes, como el almez, zumaque, mandrágora, alheña, etc., tan comunes hoy en día.


Una vez vuelta la esquina

Fernando de Rueda personaje cordobés, de posición acomodada, había decidido hacer una vida en solitario, para ello vivió con los anacoretas y eremitas de la zona, y conoció al que luego fue San Diego de Alcalá, habitante de una de las cuevas, la que se conocía por su nombre, y que parece ser ha llegado hasta nuestros días. Dicen los escritos de la época que Diego de Alcalá curaba, a todo ser viviente que se le acercaba con problemas, desde los burros de los arrieros a las personas, utilizando el aceite de una lámpara que le tenía puesta a una virgen.


Camino al Convento y a las Ermitas

Fernando de Rueda decidió dedicar toda su fortuna a la creación de un convento en la zona, y con la necesaria bula de Benedicto XIII, en 31 de octubre de 1417, fundó, observante de la Orden de San Francisco, el Convento de San Francisco de la Arruzafa, hábitos austeros a los que se acogió y profesó Fernando. Como los terrenos pertenecían, parece ser, a los Señores de La Albaida, luego Condes de Hornachuelos, ello significaría su patronazgo en el nuevo Convento creado. Todo según diversos autores, ya que no hay nada escrito.


Fachada del ex-convento.

El Convento en principio fue Vicaría, hasta 1573 que ascendió a Guardianía. Tuvo muchos religiosos destacados, en tiempos lógicos en los que la iglesia necesitaba de la santidad y hechos notables. Descontando al principal que fue Diego de Alcalá, podemos citar a Francisco Solano, que también ostentó después el "halo divino" de la santidad; Fray Antonio de Sayas, ecijano cuya carrera fue fecunda en Italia donde fue obispo.


Hornacina de la entrada

En el capítulo de mitos y leyendas, dice D. Teodomiro: “Cuantos autores hablan de este convento dan crédito a un suceso que produjo gran asombro en los cordobeses. Decían que en 1523, siendo vicario fray Pedro Navarro, varón de extraordinarias virtudes, estando un día la comunidad en el coro, todos sus individuos fueron arrebatados en un éxtasis, del que no volvieron hasta las diez de la mañana, a cuya hora dijeron la misa conventual. Sin embargo, en La Crónica de la orden no vemos este caso.”


Vista de la fachada desde un agujero del muro de enfrente.

El convento lo fue durante muchos años, siglos, tuvieron lugar en él dos exclaustraciones, en la invasión francesa y en 1820, fecha en la que citando nuevamente a D. Teodomiro, dice: “En este tiempo, estando su iglesia sin culto, fueron varios jóvenes liberales un día de campo por aquellos alrededores, y entrando en la iglesia uno de ellos se subió al pulpito y estuvo figurando predicar un rato. Esto fue bastante para que al caer la Constitución se le formase una causa que duró algunos años, hasta que, mitigada aquella efervescencia, pudo arreglarse gracias a la amistad particular con alguno de los que intervinieron en el proceso.”


Antiguos sillares.

Sobre la exclaustración de Bonaparte, una de las primeras medidas adoptadas fue la de la aplicación del Decreto de 18 de agosto de 1809 por el que se suprimen las comunidades religiosas masculinas y se lleva a efecto el secuestro de los bienes de las mismas. Se les da una fecha límite para abandonar los claustros, concretamente el 10 de febrero.


Una pequeña puerta tapiada.

«Los religiosos podrán si quieren existir en sus Conventos hasta el día 10 de Febrero para vestirse de seculares y declarar el parage que escojen para su domicilio. Pasado este día ninguno podrá presentarse con hábitos regulares ni permanecer en dichas casas. Entre tanto los comisionados dejarán al Convento lo estrictamente necesario en muebles y provisiones para el uso diario de los religiosos, y el Superior dará un recibo al Comisionado para que éste recoja dichos muebles a la espiración de este término».


Camino de las Ermitas dirección Córdoba.

La última lo fue en 1836, y después de algunos años de abandono, como ahora, lo vendió Hacienda y lo compró Juan Rizzi que lo convirtió en Fonda. El Sr. Rizzi era un empresario de la hostelería en Córdoba. Estuvo durante un tiempo cambiando de propietario y los últimos lo fueron, en la década de los cuarenta del siglo pasado, la sociedad Carbonell. Ésta la vendió a los señores Montijano Carbonell, Fresneda Carbonell y al Sindicato de Iniciativas y Turismo de Córdoba para la construcción de un parador. Dicen algunos textos que la citada familia vendió el terreno a la ciudad por un precio simbólico, posteriormente refrendado en la cesión como totalmente gratuita. Después fue cedido a la sociedad estatal que construía los paradores nacionales y el arquitecto Sainz de Vicuña lo diseño, siendo inaugurado en 1958.


Señalética del lugar.

Como curiosidad parece que, el San Rafael que está en la entrada del Cementerio del mismo nombre, estuvo en un triunfo que hubo a la entrada del exconvento de San Francisco de la Arruzafa.

Sólo queda en píe del Convento lo que se ve en las fotografías, un precioso y bucólico camino, una esquina, y parte de la fachada, con una hornacina ocupada por una gran especialidad de esta ciudad, y que es esa planta herbácea de la familia de las Crucíferas, con tallo enhiesto de seis a ocho decímetros, y ramoso desde la base, hojas grandes, ásperas, arrugadas, partidas en lóbulos obtusos y algo dentados, flores amarillas, pequeñas, en espigas terminales muy largas, y fruto en vainillas delgadas, casi cilíndricas, torcidas por la punta y con muchas semillas, y muy común entre los escombros. En otras palabras, el “jaramago cordubensis”.


Fotografías del Archivo Municipal

Convento después Posada y Cruz Humilladero a la derecha

1958 construcción del Parador


Bibliografía: D.Teodomiro Ramírez de Arellano
Fotografía: El autor. y AMC

domingo, 28 de marzo de 2010

LA CUEVA EREMITICA DE LA ARRUZAFA



Entrada de la cueva eremitica de la Arruzafa.


Después de bajar de las Ermitas esta mañana de domingo de Ramos, que dicen que, "el que no estrena se le caen las manos", más temprano de lo normal por el cambio de la hora, decidí visitar lo que queda del Convento de San Francisco de la Arruzafa y la famosa cueva eremítica de sus alrededores. De ella dice D. Teodomiro Ramírez de Arellano:


Medidas de seguridad en la entrada.

“En el sitio donde la tradición decía haber vivido San Diego de Alcalá(1), y que aquellos religiosos unieron después al convento, echando la cerca más afuera, aún se conservan vestigios de una cueva, que llegamos a conocer completa, revestida de huesos humanos, viéndose multitud de cráneos, muchos de los que en nuestra última visita vimos rociados por el suelo.”


Otra vista de la entrada.

En el libro Casos Notables de la Ciudad de Córdoba, que tan amablemente me regaló el editor, mi amigo Paco Baena, ya jubilado, del que pensé, ¿por qué siempre la gente poco pudiente es la que se embarca en aventuras quijotescas para que quede una obra para la ciudad? ¿Será porque el espíritu quijotesco es patrimonio del humilde pueblo llano?


La entrada a través de unos árboles.

Concretamente el caso notable número cincuenta dice:

“En la Albaida hay un convento de frailes Descalzos con reputación de grandes santos, y en apoyo de esta opinión tienen unas catacumbas o soterraños hondos llenos de huesos y calaveras de hombres, y esto en tanto número, que todos los huesos juntos de la ciudad no llegaran al que está en aquella santa casa. Tenían en cada apartado o soterraño su altar, donde decían su misa, y todo esto les ayudaba su devoción; esto estaba sin cerca, y así, entraban los que querían a verlo. Sucedió que unos caballeros mozos se salieron de la ciudad una noche, y tratando de cosas que a cada uno le había pasado, llegaron cerca de la Arruzafa. Tomó uno de ellos la mano, y dijo:

-Hagamos una apuesta que no hay ninguno de los que vamos aquí que llegue a la capilla donde están los huesos y traiga uno.

Salieron a la apuesta dos. Al fin, uno, que se tuvo por más animoso, tomó su derrota, quedándose los demás aguardando. Era esto en el peso de la noche; aguardaron un rato, lo que les pareció bastaba para llegar y volver; al fin estuvieron más de dos horas, y viendo que no volvía, sospecharon mal de la tardanza. Trataron de ir a las cuevas; no hubo el ánimo que pedía la soledad de la noche; determinaron de esperar hasta la mañana y saber qué se había hecho el compañero; estuvieron todos temerosos de lo que después sucedió.


Interior, desde la puerta de palos cruzados.

Luego, pues, que amaneció, se fueron a los osarios y hallaron a su amigo muerto, que venía con un hueso en la mano, saliendo de la catacumba, o que de sobresalto, o venciéndole el temor natural por salir con su apuesta, o que de parte de los difuntos le hicieron la merced, dando Dios lugar a ello para escarmiento de otros, él se quedó muerto hasta ciento y un año, y lo enterraron los frailes con los demás que allí estaban.


Interior.

Los religiosos, vista esta desgracia, se determinaron de cercar todas aquellas cuevas, y así está ahora con más reverencia; yo lo he visto, y hartas veces, y en el camino está la camita donde San Diego hizo penitencia el tiempo que el santo estuvo en aquel convento. Yo he preguntado, por curiosidad, de dónde se juntaron tanta infinidad de huesos, y me respondieron que la tradición que ha venido de padres a hijos es que hubo entre moros y cristianos, en aquellas partes, grandes batallas, y como es de ordinario quedarse los cuerpos en el campo deshechos y cada cosa por su parte, después, algunos caritativos, les recogieron allí todos, como se ve que son innumerables, pues de sólo calaveras, hay más de cuatro mil, sin infinidades de cascos y pedazos de otros, y pedazos de brazos y piernas no tiene cuento; hay muchos huesos y calaveras de mucha grandeza que sobrepujan a los que ahora vemos.”


Las medidas de seguridad de la puerta.

La cueva, aparte de estar llena de inmundicias, tiene unas medidas de seguridad pésimas, que a buen seguro algún alma caritativa ha puesto. Dos palos cruzados invitan a no entrar. Aunque no tiene peligro por su escasa profundidad, con las aguas está escurridiza y puede, uno o una que se aventure a entrar, caer. Hoy en día el asunto de los amigos sería:

-Tío, a que no tienes cojones de entrar y traerte una lata de cerveza de dentro. ¡Venga te esperamos!

¿Cuál sería la diferencia? La lata de cerveza. La juventud la misma. Las intenciones iguales. La diferencia es que no hay huesos y si desperdicios de nuestra sociedad. Bueno en aquella los desperdicios eran los que eran.


Desde la puerta.

Estimo que, si es cierto que en ella estuvo viviendo San Diego, y si para el mundo católico eso tiene algún valor, podrían las autoridades de la Iglesia Católica, preocuparse por instar a los actuales propietarios, que supongo será el municipio, cuando menos a adecentar los accesos y dotarlos de una mínima seguridad, e incluso la iluminación correspondiente.


Cercanía del ex-Convento de San Francisco .

El marco dónde está, que es en un parque de una urbanización de lujo -y la valoro comparándola con mi barrio-, podría revalorizarse con esa adecuación. Y ahora, olvidándome de la Iglesia católica, la cueva que también forma parte de la historia de esta ciudad y de sus mitos o leyendas, creo que podría ser motivo suficiente para que el municipio se preocupara por ello. Con cualquiera de las subvenciones para publicitar el “dormidiesicei”, la más ínfima, con el sueldo de un mes de la gerente o cualquiera de la oficina, se podría atender a la construcción de un acceso adecuado, e incluso la iluminación pertinente, y antes de todo las medidas de seguridad. Estamos hablando de lugares y hechos del siglo XV o anteriores.



¿Parque? donde se encuentra la cueva.
Anexo
Fotografías de una entrada a la cueva con Abén Alhama y Emilio Fernández el 11-12-13










(1)San Diego de Alcalá nació allá por el 1400 en San Nicolás del Puerto, de cuna muy humilde. Antes de ingresar en el convento de frailes menores de Arrecife (Lanzarote) fue cooperador franciscano y sacristán en Córdoba en el Convento de San Francisco de la Arruzafa o Arrizafa. Dicen que logró muchas curaciones gracias al aceite de la lámpara que iluminaba una virgen. En Fuerteventura fue misionero, dónde fundó un convento. Estuvo en Roma coincidiendo con una epidemia de peste dónde colaboró. La muerte le sobrevino en 1463 en Alcalá de Henares, dónde está enterrado. Lo canonizó en 1588 Sixto V, y su fiesta es el 12 de noviembre.

Bibliografía: Paseos por Córdoba. Casos Notables de la Ciudad de Córdoba. Editorial Paco Baena. Fotos: del de siempre.

sábado, 27 de marzo de 2010

ESTACIÓN DE LOS PRADILLOS, VÍA DE SEGURIDAD Y TÚNELES LOS PRADILLOS Y CERRO D. PEDRO



Estación apeadero Los Pradillos (Línea Ferrocarril Córdoba-Almorchón, cota 260 mts), estado actual marzo 2010.


Eran las siete y media de una preciosa mañana de sábado y quería subir a los Pradillos. Todo cercado, di un rodeo y busqué una subida sin alambre de espino. El suelo húmedo del rocío y las cuatro gotas de ayer, y como la primavera es tan intensa y la hierba está alta, los bajos de los pantalones también se mojan lógicamente. Cada vez las cuestas arriba son más cuesta arriba, pero no hay más remedio que subirlas.


Los Pradillos y paso a nivel al fondo.


La temperatura es muy agradable. Un pequeño cortijo abandonado a la izquierda y una vez se alcanza la plataforma de la vía, que no existe tan sólo algunas traviesas de madera aisladas, giré a la derecha en dirección al apartadero. Algún perro lejano, de una enorme casa que está al borde del barranco que forma el arroyo, avisaba de que me movía por allí, pero nada más. "Perro ladrador -y si está lejos- poco mordedor".


Otra perspectiva del apeadero.


No dejo de preguntarme cómo y quiénes se han podido llevar todos los raíles y traviesas, es una obra colosal su transporte (¿?). La estación apartadero de los Pradillos medio derruida, si la comparamos con la fotografía de la entrada anterior de la Balanzona, vemos el irresoluble paso del tiempo.


Ruinas cortijo subiendo vía seguridad.


En ella se ve la perspectiva de la curva a izquierdas de la vía principal, el cambio de agujas para la vía de seguridad moderna y la antigua. Ésta última tenía la particularidad de que era corta y en horizontal, y que al final la topera daba al un enorme barranco, por lo que si la composición se desviaba a ella y rompía el tope significaba caer al vacío. Esto se hizo así por problemas con el propietario de la finca limítrofe.


Primera vía de seguridad en llano.


La última vía de seguridad -que sirvió en varias ocasiones-, es una línea recta de un enorme desnivel -se puede observar en las fotografías, y en la frecuencia respiratoria del cámara del video-, que lleva a una trinchera en lo alto del cerro, donde se encajaría la composición ferroviaria averiada, sin frenos. La caja de arena de la vía, detallada en otra fotografía, y el desnivel en contra -en algo menos de trescientos metros sube unos 30 de altura-, harían de frenos extra.


Desnivel de la vía de seguridad.


Como dijimos, cuando ocurrió el desgraciado accidente de enero de 1920, no existían vías de seguridad, y el tren pasó el túnel que está a continuación de la estación, a toda velocidad. Este túnel, que se llama de los Pradillos, tiene setenta y nueve metros de longitud, con un gálibo de 4,60 por 5,30 mts., y está en la cota 260 mts., hace una pequeña curva, muy leve, a izquierdas en sentido Córdoba. No lo he cruzado del todo, aunque he estado en las dos bocas, pero no está mal aparentemente. Rodeé el cerro, ya en dirección Córdoba y accedí a la boca de salida.


Vía de seguridad con cajetines de tierra.


Vuelta a la vía, cuyo caminar por ella es muy complicado -no pude dejar de pensar en los compañeros de “los 8 picos”, que pretenden hacer el recorrido de bajada por la vía desde el Cerro Muriano-, el balastro está suelto, no existen traviesas y es un verdadero tormento para los tobillos.


Trinchera de la Vía de seguridad en lo alto.


De ahí a la entrada del túnel del Cerro de D. Pedro. Éste es algo más largo, de ciento catorce metros, con el mismo gálibo que el anterior, y está en la cota 220 mts. pero describe, en el sentido de bajada hacia Córdoba, una curva a derechas, de casi unos ciento ochenta grados.


Desde la cabecera de la trinchera.


En la entrada de este túnel fue dónde la composición accidentada se atrancó, al descarrilar un vagón de segunda clase. La máquina, por otra parte, siguió su marcha, quedando en el túnel amontonados el resto de los vagones. Ahí se fueron empotrando los vagones, uno detrás de otro, convirtiendo el rescate en muy complicado. El terreno a la entrada es muy difícil, con un talud de considerable altura a la izquierda que da a la carretera.


Panorámica desde el borde de la trinchera, Casilla del arroyo Los Pradillos y la Huerta de Cabra.


Tenía necesidad de visitar el lugar del accidente y la vía de seguridad, y eso a su vez, me ha llevado al cerro dónde están instaladas las antenas de telefonía, uno de los más elevados del contorno, que nos ofrece una hermosa vista del valle del Guadalquivir desde Alcolea hasta El Higuerón, y no más porque el saliente del cerro de las Ermitas nos impide ver Almodóvar. Por la derecha la Mesa del Sol majestuosa y los cortados del arroyo de Pedroche. Una manada de cabras estaba en la altura, siendo alterado su descanso con mi llegada. Después la vuelta a Córdoba.

Comentario de un lector D. Federico Abad, sobre el accidente de Los Pradillos de 1964:

"Paco, te refieres al accidente de 1920 pero no mencionas el de 1964, donde murieron el maquinista y el fogonero de un tren de mercancías. Aquel fatídico día mi padre, que era jefe de estación, trabajaba en Los Pradillos, y tuvo que ordenar con todo su dolor que se mantuviese el cambio de vía hacia el estrelladero. Era un sistema de control de tráfico muy primitivo, llamado de "bloqueo telefónico": una vez que un jefe de estación comprobaba que el tren marchaba correctamente por su estación daba aviso por teléfono al de la siguiente, que ordenaba al guarda de agujas el cambio para continuar hacia Córdoba. El cambio estaba, por defecto, puesto hacia el estrelladero, porque se consideraba que era un mal menor frente a un tren escapado llegando a la ciudad. Cuando el compañero le avisó a mi padre de que el 7632 iba sin frenos mi padre tuvo que cumplir con su obligación. Aquellos hombres murieron (uno de ellos, además, le había cambiado el turno a un vecino mío, pues yo vivía en los pisos de la Renfe), y mi padre sufrió un trauma de varios años."

Datos de www.ferropedia.es sobre el Apartadero de Los Pradillos:

"Este apartadero, tristemente célebre por los accidentes que en él tuvieron lugar, se construyó a principios de los años veinte para garantizar la detención de cualquier tren que quedase desfrenado en las fuertes pendientes que comenzaban al salir de Cerro Muriano.

Estuvo operativo hasta el cierre de esta parte de la línea, en 1991, y a lo largo de su historia tuvo dos vías de seguridad. La primera, por problemas con el propietario de la finca limítrofe se construyó prácticamente en horizontal y de corta longitud, con el agravante de que tras la topera se encontraba un fuerte desnivel en el que cayeron no pocas locomotoras y sus agentes. Como consecuencia del grave accidente ocurrido el 4 de mayo de 1964 se expropió una parte de terreno situado en el cerro situado entre esta vía de seguridad y la entrada del túnel número. 2, construyendo una nueva vía de seguridad en fortísima rampa finalizada en una trinchera en fondo de saco, que tuvo ocasión de demostrar su eficacia al detener, ya en la época de la tracción diésel, a una locomotora de la serie 308, que descendía como máquina aislada por falta de material en Cerro Muriano, donde siempre se situaban algunos vagones para evitar esta situación ante la falta de freno dinámico de este tipo de locomotoras."

Datos del Apartadero de los Pradillos:

Línea Córdoba - Almorchón, -Punto Kilométrico: 8,9 -Municipio Córdoba -Provincia Córdoba- Inauguración: Principios años 20- Colaterales: Mirabuenos (Córdoba), La Balanzona (Almorchón)- Nº de vías: 2- Coordenadas: (Lat-Lon) 37.948174, -4.768166

Accidentes:

Tunel nº 1
La Solana
Accidente año1964





Desde el desvío vía normal a la izquierda, vía de seguridad en el centro y a la derecha la vía en llano con topera.



Torretas de telefonía, cota 326.



Unas cabras arriba.



Córdoba desde arriba, Arenal y la Colina en primer plano.



Los Pradillos desde arriba.



Torreárboles majestuoso al fondo.



La ciudad.



Entrada del túnel de los Pradillos dirección Córdoba.



Dentro del túnel de los Pradillos dirección Córdoba.



Dentro del túnel de los Pradillos dirección Cerro Muriano.



Salida túnel de los Pradillos dirección Córdoba.




Entrada del túnel Cerro de D. Pedro dirección Córdoba.



Daños en la entrada del túnel Cerro de D. Pedro dirección Córdoba.



Dentro del túnel Cerro de D. Pedro dirección Córdoba.



Videos varios