jueves, 27 de mayo de 2010

MIGUEL SALCEDO HIERRO, CRONISTA DE LA CIUDAD (Alguna anécdota).



Miguel Salcedo Hierro, Cronista Oficial de Córdoba
(Foto de J.C.Molina)

Corría la primavera del 1995. El expediente de dedicación de una calle al Cronista de la Ciudad, D. Miguel Salcedo Hierro, estaba en su recta final. El Cronista le hizo una visita al responsable del expediente, ya conocedor de lo que se estaba cociendo y le dijo:

-¿Sería posible una pequeña modificación en el expediente?

–Vd. dirá D. Miguel. –le respondió el responsable.

-Como sabemos la futura calle Cronista Salcedo Hierro empieza en la esquina con la calle Feria, y acaba en Alonso el Sabio, antigua Santos Pintados. ¿No es así?

-Efectivamente, así es, aunque de la ciudad sabe usted más que nosotros, seguro.

-¿Y no podría empezar la calle en Molina Sánchez Lagartijo, antigua Baja del Molino?

El responsable en cuestión, estudió de momento la situación y comprobó que había desde el Pretorio hasta Alonso el Sabio, tres tramos de calle con tres nombres distintos. Haza, Tranco y la nueva a inaugurar Cronista Salcedo Hierro.

-La verdad es que puede se originara algún problema a la vecindad. Aunque hay que tener en cuenta, teniendo en cuenta que son sólo dos los números afectados y ambos en la calle Tranco. Siempre los cambios, originan complicaciones a los vecinos, y debemos procurar crear el mínimo conflicto a los ciudadanos. Pero la unificación no estaría mal. ¿Y cuál sería la justificación de la petición, si la hay?

-Es muy simple. Me gustaría, si puede ser y no se crea mucho conflicto, que hubiese un colegio de primaria en la calle Cronista Salcedo Hierro. –respondió con su habitual tono educado.

-¿Y eso qué sentido tiene, si se puede saber?

-Pues muy fácil, cuando esos niños sean mayores dirán, yo estuve en el Colegio que estaba en la calle Cronista Salcedo Hierro... -contestó.

-Pues no es mala idea. Vamos a ver las dificultades técnicas con que las que nos encontremos. En principio partimos de la voluntad de satisfacer su deseo.

Era increíble, un colegio de primaria es el elemento fundamental y perdurable en la memoria de los niños. Muy original. Se estudió la modificación del expediente que ahora conllevaría la anulación y renombre de los dos tramos, que sólo dos números en uno de ellos tenían vecindad. Se consideró su perjuicio como escaso y se sometió a la Comisión de Gobierno. Luego. posteriormente, fue aprobado por el Pleno del Ayuntamiento sin ningún problema.


Lectura del Sr. Morales

Luego la inauguración. Junio de 1995. Un sencillo acto que consistió en el descubrimiento de la placa, en la esquina de Alonso el Sabio, unas palabras, y ya estaba la calle del Cronista de la Ciudad inaugurada. El Alcalde, varios Tenientes de Alcalde, concejales, amigos y familiares. Los hijos de Juan Morales Rojas, el poeta de la Puerta de Almodóvar, Juan Carlos y Álvaro estuvieron presentes en nombre de la amistad que les unía a Miguel. Después se “regó” la inauguración con una copa -que por cierto el vino era de excelente producción de Rafael Campanero- en el bar llamado Cristal, en la Torre de la Malmuerta, dónde estuvo la Taberna la Verdad. Y se abrió el anecdotario. No tenías una reunión con Miguel que no la amenizara con las más variadas anécdotas de todo tipo.


Descubrimiento de la placa

Después, en los días sucesivos, Miguel inició un constante y casi diario, dar a conocer a la ciudadanía su calle. ¿A qué colectivo primero? Pues muy fácil, al del taxi que es el que tiene que saber cuando alguien le pida hacer una carrera a esa dirección, dónde está. Se subía el Cronista a un taxi y le decía al taxista:

–A la calle Cronista Salcedo Hierro, por favor.

El taxista decía:

-¿Y eso donde está Sr. porque con tantas calles nuevas todavía no le hemos cogido el "tranquillo"? Y en el plano aún no viene.

Con toda la parsimonia del mundo y con el sentir pedagógico de sus clases como profesor, explicaba detalladamente al taxista dónde estaba la calle, aderezando la explicación con datos e historias de la zona, las del barrio del matadero, que es muy rico en ellas.

-Pues mire, vaya directamente al Pretorio, y por la primera a la derecha entra usted. Este era el antiguo barrio del Matadero…

Otras veces le preguntaban:

-¿Y éste tío Salcedo quién es? ¿Está muerto ya?

-¡No señor! no se ha muerto afortunadamente, viene a tomar café al bar dónde me va a dejar usted en la puerta.

-¡Ah! ¿Qué es amigo suyo?

-Si, es un buen amigo. Se dedica a escribir la crónica de la ciudad, todo lo que acontece de importancia en ella. Es un poco como un notario de lo que ocurre en Córdoba.

A algunos taxistas les daba igual la explicación, cumplían con la carrera y hasta otra. Le decía que parara el taxi en el chimeneón de la antigua factoría de aceite, llamada la Plaza del Olivo, y allí se bajaba. Luego entraba en un café que hay en la esquina, que regentó un matrimonio joven que había venido de Cataluña, el establecimiento se llama "El Chimeneón". Pedía un café y tranquilamente se lo tomaba, leía la prensa y luego dando un paseo volvía a sus quehaceres habituales. Los titulares del bar, que lo conocían de sus frecuentes visitas, cierto día le pidieron si le parecía bien que pusieran una referencia –una placa- en la pared cerca de la mesa dónde habitualmente se sentaba a tomar café, que dijera más o menos, "aquí toma café habitualmente el Cronista de la Ciudad".

He estado tentado varias veces entrar al bar para ver si está aún la placa en el lugar citado, porque los dueños son otros. Y la verdad es que no lo sé si está. Conocí al matrimonio, primeros propietarios del bar, un día que fuimos en autocar a Puente Genil, a Bodegas Delgado a una conferencia que dio Miguel, junto a una presentación de una cuestión comercial de la bodega. En el camino de vuelta me tocó una señora que charlaba bastante, más que aquel representante que por la siesta le tocó a D. Rafael Guerra, el torero, en su casino. Al final del trayecto se me acercó Miguel y me dijo al oído:

-Paco, tienes el cielo ganado. Casi cien kilómetros de tertulia, escuchando sin hablar tú, se las trae. -Sentí su solidaridad que compensó mi prudencia.

La penúltima vez que vi a Miguel fue en una visita que le hice a su casa. Ya tenía muy avanzado el problema de la vista, y Carmina su mujer, eran sus ojos. Quería que me dedicara un libro suyo, que tenía de hace tiempo. Los demás los tenía dedicados. Uno de los más importantes para mí fue “La Mezquita, Catedral de Córdoba”, como compensación a no poder asistir a la exposición de pintura de Conchi Carnago, en abril de 2001, nos remitió un ejemplar con una dedicatoria que decía:

“A Conchi: pintora cordobesa cuya sensibilidad es bien conocida de su marido, con quien la comparte. Y a su esposo: Francisco Muñoz, mi querido amigo, que vio la primera luz en Córdoba, frente a la Mezquita, y por eso este libro puede muy bien ser su partida de nacimiento. Con un abrazo para los dos. 14-VI-2001”

Estuve un rato haciéndole compañía, y le dejé mí libro sin dedicatoria, porque en su afán de hacer las cosas bien quería hacerme una dedicatoria de su puño y letra. Pero necesitaba tiempo y sobre todo ayuda. Fue el diecinueve de noviembre de dos mil nueve. Al final puso:

“A Paco Muñoz, con mi entrañable amistad 19-XI-2009. Miguel Salcedo Hierro”

Aproveché la ocasión para solicitarle permiso para usar unos datos suyos, que gustosamente me autorizó, a la vez que pedirle una copia de un soneto que escribió dedicado a Góngora hace muchos años, porque un amigo tenía mucho interés en él. Yo lo desconocía, y Miguel me dijo que para él era muy difícil encontrar algo, entre los miles de artículos que tenía, porque su método era pluma y papel, y más ahora que tendría que pedírselo a Carmina o a su hija para que miraran en sus papeles. Las nuevas tecnologías no las usaba.

Me llamó la atención ese día la belleza de Carmina, su esposa, en un óleo que tenía en su despacho, bueno el no se quedaba atrás en otra fotografía, le manifesté que hacían una buena pareja y además le dije:

-Miguel pareces un dandi, y Carmina, que verdad es, que quien tuvo retuvo. - y me contestaron: -Ya hace muchos años de eso Paco.

Una inmensa biblioteca tapizaba las paredes de su despacho. Quedé en volver algunos días después a recoger el libro, como así hice. Todo ha sido siempre amabilidad conmigo por parte de ambos. Muchas veces, cuando coincidíamos en algún acto, siempre existía con Carmina una complicidad muy especial, que colaboraba en compensar esa soledad que le invade a quien está en un sitio con una cierta obligación, muy solo, aunque esté lleno de gente. La ruptura de la rígida línea protocolaria me ayudaba a superar determinados “trances”.

Miguel y Carmina me invitaron varias veces a llegarme de vez en cuando para conversar, cosa que no hice quizás por no molestar, sí por el contrario lo llamé varias veces por teléfono para hacerle preguntas sobre ciertas dudas mías, ya que la memoria le funcionaba de maravilla. Es verdad que estaba costándole trabajo asimilar la pérdida de la visión por la cruel degeneración macular, pero Carmina suplía esa carencia. Algunas veces salía a desayunar a la Trinidad, siempre con ella, pero últimamente cada vez menos. Nunca perdió el sutil sentido del humor que tenía, pues rara era la conversación que no incluyera su característico toque humorístico.

Hace unos días sentí la noticia de su fallecimiento y como es lógico pesar. Por la edad puede parecer normal, mí padre se marchó más joven y mí madre aún más, pero nunca me parece se tiene demasiada edad para ese viaje sin retorno. Bueno el retorno creo que es la memoria de los demás, si has sido buena persona te recordarán como en la gloria, y si has sido lo contrario te recordarán como lo que has sido, o preferirán no acordarse de ti, luego será como el infierno.


Carmina su hija y sus nietos

Lo que sí es cierto es que Miguel ha tenido una fecunda vida, ampliamente creativa en las facetas que ha dominado, y si tenemos que citar sus logros no habría bastante con este modesto Blog. Tiene una hija y dos nietos a los que idolatraba. Sólo decir que era un buen amigo, un artista y su nombre ya figura junto a los grandes personajes de la ciudad, para la posteridad. Y con sólo recordar la contribución que le hizo a la ciudad, poniendo en marcha los mecanismos para que la piqueta no entrara en el Gran Teatro, ya es bastante currículo para que Talía lo haya acogido con cariño.

Sólo desearle descanso eterno y que... dónde esté alojado haya un colegio de querubines de primaria cerca.


Fotografías:Arreglo de una de J.C. Moreno, Diario Córdoba y Archivo Municipal.

6 comentarios :

Laurentino dijo...

Un gran hombre sin duda, pero como sabes que yo soy un "poco" quisquilloso con ciertas cosas creo que no conviene ir perdiendo nombres antiguos de calles, y como la gran obra del Vial ya estaba proyectada y a punto de empezar, hubiese sido más fácil dedicarle a este cordobés de pro una calle nueva en esa zona.

Paco Muñoz dijo...

Sabes Laurentino que pienso que llevas razón, pero como siempre no la llevamos al cien por cien.

En 1811 el Barrio del Matadero tenía una serie de calles: Alta del Molino, Baja del Molino, Feria del Matadero y Casas de la Haza. Luego después las cambiaron: a Baja del Molino le pusieron Molina Sánchez Lagartijo, Haza la trasladaron de ubicación, pusieron a otra Tranco, Feri se quedo otra, ya no del matadero. Y en la actualidad las que son; la del Cronista, Molinos Alta a Alta del Molino, los llanos del Pretorio, Acera Guerrita. Por lo tanto esos son los vaivenes –habrá más que me dejo- que han sufrido esas calles.

Me parece que en la idea o propuesta de calle, pensaron los promotores en el Pretorio por algún texto que había escrito referido a él. De todas formas que una misma calle se llamara Haza y Tranco sin más, tampoco tenía mucho sentido. Que, si que se podía haber llamado la de Tranco sólo Haza, pues sí. Sólo se unieron a la nueva e inédita Cronista Salcedo Hierro, Tranco con dos casas y Haza que no tenía ningún número, sino las traseras de los bloques y cocheras.

Pero que sí, es verdad, unas veces por el aspecto cambio, otras por el afectivo, el caso que son mareos, también en ese orden de cosas, por la cuestión nostálgica no se debían haber cambiado las que cambió la dictadura, que a su vez cambió todas las que olieran a República.

Aunque es mejor llamar las calles por los oficios o flores o árboles o cuestiones que no se puedan politizar. Un lío, Laurentino un lío.

Laurentino dijo...

Pensamos lo mismo Paco,

Y que conste que Salcedo Hierro se merecía no una calle, sino una Avenida.

Saludos.

J. Eduardo V. G. dijo...

Para estar orgulloso de tu partida de nacimiento.
Ya veo que fue una persona entrañable.

Paco Muñoz dijo...

Laurentino muchas gracias, y Eduardo es original porque es verdad que yo nací allí y mis juegos infantiles lo han sido habitualmente, en el Patio de los Naranjos y la Mezquita.

José Manuel Fuerte dijo...

¡Qué magnífica semblanza, Paco! La persona, siempre la persona. Con sus vicios y virtudes. Como somos todos.

Comparto en parte la opinión de Laurentino. Hay lugares tan óptimos como este para no tener que cambiar los nombres. ¿Quién llama todavía a la calle de la Feria como calle de San Fernando? Y mira que hace años.

Los nuevos barrios pueden y deben ser para nuestros personajes y situaciones de hoy, sin necesidad de cambiarlos. Ojo, que el pueblo es siempre soberano, y ¿quién sabe si el nombre de la calle al final...?

Un abrazo