domingo, 11 de septiembre de 2011

CALLE MORALES Y CASA DE LOS DÍAZ DE MORALES

Puerta de la solariega casa de los Díaz de Morales

Una mañana de domingo que apuntaba fresca valorando el día anterior, pero que aún hacía calor, algo más mitigado, eso sí, pero todavía molesto. Todavía debemos esperar el “veranillo del membrillo”, ese periódico episodio de todos los años, que en algunos lugares llaman de los arcángeles, porque se da por el 29 de septiembre, en el que las temperaturas suben por encima de lo normal y luego vuelven a las de la estación otoñal. En esa época es la recolección de esa fruta -manzana de menor importancia-, que en el sur de nuestra provincia, Puente Genil, la hacen la cuna de la carne de membrillo, y que si te dicen en la tienda que se va a poner demasiado dura (1), debes pedir dos kilos más. 

El paseo matinal siempre genera descubrimientos. Al llegar a lo que fue el Cementerio de Santa Marina, bajamos por la calle Morales, que desemboca en la Plazuela de Don Gómez. Estoy utilizando un nomenclátor de finales del siglo XIX. Hoy el Cementerio -el de las miasmas de las epidemias-, se llama Plaza de Santa Marina, el ábside está recuperado para la ciudadanía, y Don Gómez ahora es Don Gome.

Balcón principal

La calle Morales que es la que nos interesa, se llama así por la casa número dos, que era la solariega de los Díaz de Morales, y que fue la principal del mayorazgo que fundó Doña María de Morales. Donde vivió la familia hasta su traslado a la calle Muñices, en la Magdalena. La casa citada de esta calle, tiene en su portada el escudo nobiliario de esta familia, muy deteriorado, primer y cuarto cuartel de oro y un moral verde, y el segundo y tercero de platas con tres fajas de sable.

El escudo nobiliario de la familia

En la casa se colocó un caballo de  piedra -dicen que romano-, en una fuente, que se extrajo por el 1847, de la casa número 8 de Muñices. A finales del siglo XIX, el 16 de febrero de 1876, murió en Córdoba con 85 años, el último de los Caballeros Veinticuatro, D. Rafael Díaz de Morales y Bernuy. Se había casado con la Señora Doña Dolores Pérez de Barradas y Arias de Saavedra y vivían en la casa principal del mayorazgo, el 8 de la calle Muñices. Está familia tenía panteón en la capilla Mayor de la Magdalena, que era patronato de ellos. Donde parece que estaba enterrado, entre otros miembros de la familia, D. Francisco Gutiérrez de los Ríos y Díaz de Morales, que ejerció de magistrado en Filipinas y además fue capitán de Navío.

Fachada con coche adosado

D. Teodomiro Ramírez de Arellano, nuestro recurrido notario del pasado local, estaba emparentado con esta familia. Su esposa, Doña Rafaela Díaz de Morales y Pérez Barradas, fue hija de Rafael Díaz de Morales y Bernuy y María de los Dolores Pérez Barradas y Fernández de Córdoba. Así que el último de los Veinticuatro era su suegro. Nos perderíamos en títulos nobiliarios, parientes, etc., y andaríamos por las ramas de esos árboles genealógicos, que al final todos acaban, seguro, en los Fernández de Córdoba, o en los Egas Venegas, por mencionar dos de los apellidos más importantes. Evidentemente desde la ocupación cristiana.

Plano catastral

La parcela de la casa número dos de la calle Morales, según el plano del catastro, tiene 963 metros cuadrados de superficie, con un total de 1194 construidos. Tiene dos patios y su fachada sur linda con patios del palacio de Viana. Es una deteriorada casa, noble que lo fue, con un pasado de importancia de esta ciudad, que no conocemos por dentro y que los automóviles se encargan de impedir una completa fotografía de su fachada, para no perder la costumbre.

Fotografías del autor y del Catastro
Bibliografía variada.

(1) Como el taladalfilo, sildenafilo o vardenafilo, no existían aún en Puente Genil (patria chica de la carne de membrillo), unos amigos le recomendaron a un Sr. octogenario la toma de carne de membrillo, porque iba muy bien para las disfunciones sexuales. El Sr. llegó a un comercio y dijo: 
—Deme dos kilos de carne de membrillo.
—Sr. con su edad se le va a poner dura muy pronto. —Le contestó el dependiente viendo su edad y estimando el tiempo que tardaría en comérsela, a lo que el octogenario le dijo:
—¡Ah, sí! Pues entonces póngame cuatro kilos.

4 comentarios :

Vértice dijo...

Que pena que este importante patrimonio se este perdiendo y lo del membrillo muy bueno.
Un saludo

Paco Muñoz dijo...

Muchas gracias Emilio. Un abrazo.

Diego Cardador dijo...

Genial entrada Paco.

El Gutiérrez de los Ríos que aparece enterrado en la Magdalena era de la rama de los condes de Gavia (Granada)
y toda la razón al final siempre acabas en los Fernández de Córdoba...

Pero lo que más me gusta es como aunque no tenga que ver con la casa engarzas el veranillo del membrillo y la anécdota.

Ya mismo estámos cogiendo los membrillos, y mi madre hirviéndolos con canela!

Un abrazo!

Paco Muñoz dijo...

A un experto como tú en los Gutiérrez de los Ríos -los cordobeses de la capital, la mayoría, solo conocemos al que quitó el nombre de la calle Almonas, no le voy a llevar la contraria.
Gracias Diego, es que todo está enlazado en la memoria y es difícil desenredar la madeja. Considero que así es mejor, aunque a lo peor no lo sea.