jueves, 28 de noviembre de 2013

LA CASA DE LOS BAÑUELOS, ARTÍCULO DE RAFAEL ROMERO BARROS, 20-06-1891



Unas entradas atrás veíamos un artículo de Carlos Castilla del Pino, publicado en la revista Triunfo en 1973, pero no ha sido sólo el insigne psiquiatra el que se ha preocupado por las cosas de esta ciudad. D. Rafael Romero Barros publicó uno que se llama "La casa de los Bañuelos" y que se publicó en el Diario Córdoba un sábado 20 de junio de 1.891.

En el libro de Doña Cristina Martín López, "Córdoba en el siglo XIX, Modernización de una trama histórica", libro indispensable para los que quieran conocer nuestra ciudad y su "modernización", viene publicado en sus páginas números 502-506 correspondiente al capítulo de Conclusiones, como documento nº 6.



Puede parecernos un poco largo pero no tiene desperdicio, demuestra que los poderes públicos son iguales de incompetentes en todas las épocas y que su vara de medir además compleja, se mueve a muchos acordes distintos de la partitura del interés general. En este caso son unos "servidores públicos", de hace la friolera de ciento veintidós años. 

No es el sentido de esta entrada en el blog hablar de D. Rafael Romero Barros, pero hay que puntualizar que no era cordobés tampoco, como Castilla del Pino, era  paisano de Juan Ramón Jiménez, de Moguer (Huelva) y cuando escribió este artículo tenía 59 años. Fue Pintor, excelente pintor, restaurador y conservador, además de arqueólogo, su gran pasión. Fue el promotor del actual museo Arqueológico y miembro de la Comisión de Monumentos y un gran defensor del patrimonio de Córdoba.



"LA CASA DE LOS BAÑUELOS(1)

Como amantes del arte y de todo lo que pueda honrar a nuestra amada Córdoba, no podemos considerar sin amargura, que esta noble ciudad que fuera un día la más preciosa joya de reyes poderosos y corte de ilustres dinastías que le dieron gran renombre y la dotaron de tantas y tan bellas construcciones, haya venido perdiendo lentamente la herencia que aquellas cultas razas le dejaron, hasta llegar al triste estado en que se encuentra, cuando debió preservar de todo riesgo aquel legado, y conservarlo con orgullo, como perenne recuerdo de su antigua magnificencia.

Si volvemos nuestra vista hacia el pasado, y sin fijarse en las preseas que hubo adquirido en las épocas romana y visigoda, nos detenemos a admirar tan solo por las prolijas descripciones que, a guisa de inventario, nos dejaron los cronistas musulmanes; las obras fastuosas que exornaban a la patria adoptiva de los hijos de Moabía; el alma se entristece al conocer las maravillas del arte muslemita que Córdoba reunió y las que ha perdido, destruidas en mal hora, por el odio inveterado que engendrara entre cristianos y muslimes una lucha de ocho siglos, y por la intolerancia artística de aquéllos, arraigada largo tiempo, y nunca bien justificada.

Y a mas de esta riqueza arquitectónica perdida, y de la que, si en parte maltratada, llegó a salvarse al fin de aquel naufragio; ya avanzado el período Medioevo, cuando a medida que los príncipes cristianos ensanchaban sus fronteras, y por la vecindad y el mayor trato, hubo de templarse la ojeriza que apartaba a entrambas razas, y fueron admirándose en un arte sus opuestos ideales. Córdoba vio alzarse en su recinto, sobre las ruinas de los obras islamitas, multitud de hermosas fabricas religiosas, militares y civiles, inspiradas en aquel consorcio peregrino, y más tarde el Renacimiento, con sus doctrinas neoclásicas, y aceptando en su atavío las galas mudéjares, la dotó con mano espléndida de gallardos edificios que le dieron nuevo lustre y sobre tantas grandezas; también la injuria del tiempo y de los hombres, han pasado como un soplo de muerte.


Busto de Rafael Romero Barros que está en el patio del Museo de Bellas Artes

El espíritu de escuela, por extremo intolerante, y las ideas exclusivistas que en la anterior centuria en Europa dominaban; la estética estragada de un arte en decadencia, y las revoluciones parciales que sin tregua, desde aquel lapso histórico al presente, se han venido sucediendo, concertando su influencia, y haciéndola extensiva a nuestra patria, han caído sobre nuestros monumentos, cual torrente, asolador, dejando en pos de sí una inmensa estela de ruinas.

La mano de los hombres, mas funesta y destructora que el roce de los siglos, secundada por la aversión a lo antiguo y por el deseo insaciable de lo nuevo; la carencia absoluta del buen gusto, viciado por la moda que todo lo demuda y lo trastorna vulnerando con única anarquía serenos dogmas, con plagios incoherentes y frívolos engendros, ha ido destruyendo templos suntuosos, castillos, fortalezas, alcázares y casas señoriales, que formaban de consumo el ornato más bello y singular de nuestro suelo, borrando sus tradiciones, sus recuerdos, su cultura y defraudando al par su historia, al arrancar aquellas páginas gloriosas del libro de las artes patrias.

Así es que, a vuelta de tantas y tamañas desventuras, a la ciudad que fue cuna de reyes, y extendió por el mundo los destellos de su gloria, sólo queda su modesta corona de rosas y azahares, su cielo siempre azul, su caudaloso río y su eterno suelo, convertido en una alfombra espléndida de flores que encubre, como lauda funeraria, el sepulcro donde yacen los despojos de su pasada grandeza:  y si no lo perdió todo, si aún conserva algún reflejo de su esplendor antiguo, dado nuestro desdén hacia la edad pretérita y el deseo innovador que nos anima, no ha de quedar de aquél, en breve, ni aún señales, y entonces, no cabrá otro recurso al artista y al poeta, a los admiradores de lo grande y de lo bello, si han de hacer sentir al alma algún consuelo, ante el desolado campo del presente, sino meditar en los escombros de aquella grande obra de once siglos, registrar su historia, evocar sus tradiciones, arrancar a las piedras los secretos del pasado, preguntar por su grandeza a los genios que habitan sus ruinas y transportarse con la mente a aquellas épocas de gloria, para verlas revelarse, cual misión halagadora, llenas de misterio y de poesía, entre las densas nieblas de los tiempos.


La familia de D. Rafael Romero Barros en el patio de su casa

No exageramos: ¿qué conserva aquella Córdoba famosa tan realzada por los bardos muslemitas de los grandes monumentos que en su suelo levantara el genio del Oriente? Quédale tan sólo informe y mutilada su mezquita. ¿Qué le resta de las obras que debió al sereno ideal de la Edad Media y al del arte innovador de la Moderna? Algunas viejas cámaras, capillas u oratorios, mutilados en parte y transformados con vulgares apostizos, y en cuyas tracerías y encalados atauriques apenas se vislumbra el gusto en que se inspiran, y muy mermados restos y portadas, rotas y maltrechas, de casas palaciegas que aún ostentan sus blasones quebrantados o cegados por la cal, entre yerba y vil maleza.

Nada se exagera: ahí tenemos como ejemplo la torre de la Malmuerta, severa y elegante fabrica de la Edad Media; el castillo de la Calahorra, construcción militar de origen árabe, baluarte famoso reedificado por artífices mudéjares, y en cuyos muros, teñidos con la sangre de mil héroes, se ve escrita la historia de diez siglos; ¿en qué estado se encuentran? Ahí están proclamando nuestra inercia y abandono, mutilados y ruinosos, dados al olvido mientras que la yerba y los abrojos desunen sus sillares (2).

La puerta del Puente, erigida por Hernán Ruiz, artista perteneciente a una ilustre rama de arquitectos cordobeses, puerta llena de históricos recuerdos, único ejemplar que poseemos del gusto clásico restaurado, de bella construcción y de grandioso aspecto, y se ve casi en equilibrio, sin apoyos, sostenida en sus dovelas, soterrada y amenazando ruinas, de tal modo que sus carcomidos sillares apenas puede sustentar el peso del cornisamiento, sin que una mano se extienda por salvarla de tan cercano peligro, si no por amor al arte patrio, para evitar al menos que ruede por el polvo el tímpano que ostenta el escudo nacional y el nombre del monarca que en un siglo fue el más temido y poderoso de la tierra (3).

La capilla de San Bartolomé, la Sinagoga, la casa de las Campanas, las arcadas y fragmentos mudéjares del convento de las Capuchinas y los del de Santa María; la portada de la iglesia de San Jacinto, la de la casa de Páez, la puerta del Perdón y otros varios monumentos víctimas del abandono y de frívolas reformas, ¿qué son sino mermados restos de la riqueza monumental que esta ciudad atesoraba y que habrán de perecer, y no muy tarde, bajo la acción del hombre y de los tiempos?
Esquela del fallecimiento de D. Rafael Romero Barros en Córdoba el 2 de diciembre de 1895

La revolución, entre otros monumentos, demolió la hermosa puerta de Baeza, la negligencia, el convento de los Mártires con sus artísticos restos y sus leyendas piadosas; la necesidad de abrir una ancha vía destruyó los últimos vestigios del palacio mudéjar de los Venegas, exigencias o mejoras locales, no bien definidas, derribaron el arco que enlazaba la Albolafia de los jardines del antiguo Alcázar, la puerta de Sevilla y las torres albarranas que exornaban la ciudad con sus severos paramentos y sus bellas y almenadas cresterías; el convento de Regina, el de la Dueñas, con sus ricos artesonados, sus torbeas, sus caladas arquerías y alicatados de brillante labor y colorido; y el deseo de construir a la moderna, hundió la ermita de los Reyes, la casa de la Cuadra, y, por último, la alineación hoy proyectada en la calle de Diego de León, amenaza destruir la antigua casa de los Bañuelos, añadiendo una pérdida mas y muy sensible al ya largo catalogo de asolaciones funestas.

Y hemos dicho una pérdida mas, porque la casa señorial de los Bañuelos, con sus mutilaciones, la irregularidad de su planta, con el aspecto sombrío que le prestan sus muros ennegrecidos por la patina del tiempo, es muy digna de que se conserve como monumento de interés artístico, por más que nuestras palabras sean extrañas a los que en cuanto a construcciones se declaren partidarios de lo nuevo y lo bonito, y prefieran por barato a lo sólido y grandioso, a las piedras esculpidas y a los bronces, el estuco, el yeso, el zinc y el cartón piedra y las demás frusterías, con las que por lo común, tiende a revestir la moda las fabricas modernas.

Este edificio es por extraño interesante, no sólo por su edificación rara y sencilla y por el tipo original que ostenta, cuanto porque pertenece a ese ciclo histórico, notable en los anales del arte, en que se asocian y compenetran las tradiciones del estilo mudéjar, cercanas ya a su término, con los primeros ensayos del Renacimiento, iniciados en España en el último tercio del siglo XV.

Y no porque este maridaje (sic) de ambos gustos en general, ofrezca novedad o rareza, lejos de eso, es natural y frecuente en el progreso del arte, verlo realizado a maravilla en esta y otra clase de edificios de su época: mas en el que estudiamos, esta de tal manera avenido y concertado, que si no aventuramos el decir que le imprime una faz única entre todos los congéneres que cuenta la península respecto a los de Córdoba y tal vez a los de toda Andalucía, sí la ofrece por excepcional y peregrina, y este es a mi modo de sentir su mayor mérito. Además, su estructura admirable, la perfecta trabazón de sus sillares, diestramente borneados y dispuestos uno de canto y dos de largo, cual los usa el arte constructor de la Edad Media, servir pueden de modelo a la edificación moderna.


Primer proyecto de alineación de la calle Diego León. del libro de 
Doña. Cristina Martín "Córdoba en el siglo XIX, Modernización de una trama histórica", 
en él se puede ver el tacón de la casa que desapareció después.

Su puerta de entrada, aunque sencilla y desfigurada, ofrece rasgos especiales: la proporción del vano es vitrubiana, y los cuadrantes de círculo, que en los ángulos entrantes superiores, a manera de ménsulas sostienen el dintel, recuerdan en su arranque el arco apainelado de origen mudéjar, truncado por la clave y alterado, por el compás de los artífices cristianos.

En derredor de esta puerta, se extiende por el muro un severo almohadillado de progenie clásica, que debió decorar la parte inferior del frontis, desde el zócalo a la imposta, pero del que sólo conserva una estrecha faja, en el espacio comprendido entre el dintel y la imposta memorada, habiendo sido el resto víctima del revoque y de la cal que la embadurnan.

Abrése en el piso que se eleva encima de éste y sobre ancha moldura en forma de boltel, de carácter gótico-germánico, amplia ventana a la que guarda tupida y férrea reja, guarnecida en torno a manera de espacioso marco, por una elegantísima labor almohadillada, de muy finas aristas esculpidas en bisel y engendrando un rico adorno ajedrezado de geométricas figuras de realce, admirables por su acabamiento y perfección; cuya labor, aunque en sus líneas generales ofrece clásico, en sus combinaciones revela la influencia del arte muslemita en aquella edad, no extirpado aún de nuestro suelo.

Vertical a esta ventana y elevado sobre ella en otro piso, rompe el muro un ajimez, compuesto de dos preciosos arcos florenzados, inscriptos en un sencillo arrabá abierto en el mismo muro, cuyos dos arcos comparten esbelta columnilla de mármol blanco que se apoya en antepecho cerrado, con un nervio de resalto en su promedio en forma de pilastra y sin ostentar otro exorno, y a cuya columnilla corona un capitel arábigo del mismo mármol y de calado y primorosa talla, sobre el que descansa un cimacio en forma de artesón, también en piedra y de la misma cepa, y el que a la par sostiene la aloharia o arranque central de los dos arcos, los cuales, con tales elementos, forman un gracioso parteluz que seduce la vista y la recrea con su graciosa elegancia.

Otro proyecto de alineación de la calle Diego León, no el definitivo, pues se reformó también nuevamente
con el derribo del Hotel Suizo y la creación de la Plaza de las Tendillas. Del libro de 
Doña. Cristina Martín "Córdoba en el siglo XIX, Modernización de una trama histórica", 

Elévase como remate sobre este piso, que prosigue por el lado izquierdo y constituye el buque de esta casa, una torre o mirador cuyo eje se desvía ligeramente a la derecha de la línea central de los dos vanos inferiores ya descritos, a cuyo mirador perforan por su frente dos claros rectangulares de escueta y apaisada forma, y a los cuales promedia en su antepecho, como en el del vano inferior, otra pilastra resaltada.

A nuestro entender, este edificio debió extenderse más por el lado del Oriente y sobre el extremo elevarse por otra torre semejante a ésta, para buscar simetría, entrambos flanquear en la línea de fachada de la cual salía hacia el frente otro cuerpo de menos altura, que aún conserva el costado de Occidente, con cuadrada ventana y fuerte reja, y cuyo cuerpo, erigido sin duda como baluarte para defender la entrada, no es raro encontrar en construcciones palaciegas del período Medio Eva¡, por las continuas luchas que agitaban a aquellas sociedades belicosas.

El ala oriental, si existió cual suponemos, puede ser la parte destinada a almacenes y graneros y a la servidumbre; que la de Occidente, que hoy subsiste bien claro demuestra que fue la principal, con la puerta ya descrita, guarnecida aún de clavos repujados a martillo, con su portal espacioso, en donde desemboca en amplia escalera y sus dos hermosos arcos remontados de gallarda periferia, que dan ingreso al patio, el cual conserva en el lado Oriental y en el del Norte, elegante arquería peraltada, abierta entre recuadros de filetes planos de realce, que sirven a los arcos de arrabá y sostenida por columnas y capiteles de diverso origen, dimensión y forma.

Situada en esta casa, en el lugar más preferente del área donde estuvo situada la ciudad romana, puesto que da vista a la extensa vía (aún existente) que entraba por la puerta de Plasencia, atravesaba la ciudad y salía por la del Puente, a seguir el camino que llegaba a Cádiz, (4) y en el centro también de la Almedina, o sea del recinto que ocupó la corte árabe; claro es, que dicha casa esta erigida sobre las más selectas reinas de ambos pueblos, y no es por tanto maravilla, ver aprovechadas en su labra, columnas y capiteles de génesis romana, visigoda y árabe, miembros de respetable abolengo, que por su solidez o belleza, no desdeñaban de utilizar en sus obras, ni los altivos magnates, ni menos los arquitectos cristianos o mudéjares.

Este edificio pues, cuya existencia data al parecer de los últimos años del siglo XV, (5) reúne además en su ventaja, a su especialidad y rareza, la circunstancia de aparecer dentro de aquel período histórico en que se operaba una crisis laboriosa en las esferas del arte arquitectónico: período por extremo interesante y de provechoso estudio, puesto que, en las construcciones que en dicha edad produce, se ve la resistencia que el arte indígena, apegado a sus viejos dogmas, opone a la invasora tendencia del arte del Renacimiento, a cuya resistencia trata éste de vencer, no imponiendo sus preceptos sino lenta y cautelosamente, introduciendo en el antiguo decorado del arte del país, sus severas líneas; y a veces, como en la edificación que analizamos, mezclados con las galas del arte muslemita, y de aquí que este edificio en su estructura ostente este tipo original e híbrido, en el que alternan el influjo clásico, el morisco y el mudéjar, engendrando una mezcla peregrina de diversos elementos hábilmente combinados, no muy fácil de encontrar en otras construcciones de su época.

Nada mas añadiremos a lo dicho acerca de esta antigua casa, reliquia venerable de esta época mejor; sólo antes de acabar recordaremos que aparece como nota discordante en el risueño concierto de las modernas viviendas, con las que la ciudad de los Omeyas, va encubriendo los girones de su regio manto, está llamada a desaparecer de nuestro suelo...

Mucho amamos al arte y mucho mas a esta ciudad encantadora digna de mejor suerte, y si este amor nos impulsa de continuo a defender sus monumentos, aunque mal parados y ya desposeídos de sus más hermosas galas, porque en ellos se contempla todavía algún destello de su antigua gloria, sin embargo, como edificio de particular dominio, al que no alcanzan las leyes que el estado tiene impuestas para la conservación de los monumentos de arte, seríamos los primeros en resignarnos (no sin sentimiento), a ver desaparecer este edificio, siempre que la conveniencia pública como necesidad urgente é inexcusable lo exigiera; pero al decidir acerca de la demolición de esta casa de interés arqueológico, meditase con calma si la alineación y ensanche de esa vía, ha de producir tan grandes beneficios, que éstos puedan compensar la pérdida de aquél, si es que, compensarse pueda la pérdida de un monumento: considérese si posible es llevar, a término, dada la topografía de esta ciudad, el plan general de alineación que se proyecta, despojando a Córdoba del carácter de ciudad morisca que aún sostiene, antes de acordar el derribo de la casa de los Bañuelos, amenguando con otra nueva pérdida, el ya exhausto tesoro monumental de esta ciudad insigne.
Rafael Romero Barros"

"(1) De las investigaciones que hemos hecho, buscando la antigüedad de este edificio, resulta que desde el año 1420, en que aparece Antón Toro de Bañuelos, fundador del Beaterio de San Zoilo, hasta 1650, en el que Joseph Bañuelos hace pruebas para ingresar a un hijo suyo en la Orden de Santiago, toda esta ilustre familia vivió sus casas principales en la collación de San Miguel, antes con mucho de que se modificara, bajo el gusto que hoy ostenta Ms. Archivo de la Comisión de Monumentos.

(2) En la torre de la Malmuerta existe una lapida de piedra, en la que el rey Don Enrique, para conmemorar la obra, mandó grabar, entre otras, estas palabras: "Para que los buenos fechos de los reyes no se olviden, etc. ¿qué diria el buen D. Enrique si viera el aprecio que tenemos de su torre?".

(3) Ha muchos años que la comisión de Monumentos viene pidiendo, si no la restauración, que originaría grandes gastos, la reparación al menos de esta puerta, que amenaza una próxima ruina, sin que sus reiteradas gestiones hayan obtenido el menor éxito. Además, por nuestra parte, hemos insistido tenazmente por medio de la prensa, sin haber sido más afortunados. Por último: en el artículo que publicamos en el Diario de Córdoba intitulado "La arquitectura española en el s. XV", reproducido en el Boletín de la Real Academia de San Fernando y por la Sociedad Central de Arquitectos, al describir dicha puerta nos condolíamos del abandono en que se encuentra, y declinábamos la responsabilidad que a la expresada comisión de Monumentos pudiera exigirse, manifestando que esta Corporación guarda en su archivo numerosas comunicaciones que prueban su interés y las gestiones practicadas para obtener su reparación, como medio de conservarlo y de evitar quizá algunas desgracias.

El Gobierno superior, al que debieron de llegar sus ecos, mandó formar el presupuesto de restauración y de reparación, los cuales fueron hechos con toda diligencia por el distinguido arquitecto Señor Luque y Lubián, amigo y compañero nuestro en la citada comisión, y remitidos a la superioridad sin pérdida de tiempo; han transcurrido ¡cuatro años! sin que prolijo trabajo haya producido efecto. Damos a quien corresponda por última vez la voz de alerta; véase el estado en que se halla dicho monumento; considérese las trepidaciones con que el tránsito de vehículos de carga lo conmueven de continuo, y si la puerta se hunde, y al perderla se originan desgracias, conste que no será la culpa de la comisión de Monumentos.

(4) Si se quieren pormenores detallados de esta vía pueden hallarse en la monografía que publicamos en la Revista de España, titulada "Consideraciones históricas acerca de las basílicas de San Vicente y San Acisclo". CXIX, págs. 16-33.

(5) No es cosa fácil puntualizar la edad de un monumento, puesto que, si bien el arte ofrece rasgos fisionómicos que marcan los períodos de sus evoluciones, éstas no se realizan de un modo radical en breve plazo, y además se retrasan, se estacionan ó adelantan según el espíritu de las localidades, de lo que se ven muchos ejemplos, y la del edificio que estudiamos, por su excepcional carácter, aún más, lo dificulta: sin embargo, colocamos su origen casi sin temor de equivocarnos entre los -últimos años del siglo XV y los primeros del siglo XVI-, en el espacio en que, aparte de algunas excepciones, duró aquel periodo de transición en España."


Una buena e inquieta, culturalmente, amiga, Isabel Burón me ha enviado está portada del Córdoba de año 1917, que expone quizás la única fotografía que exista de la casa de los Bañuelos. Nos presenta el rincón que formaba la casa con la calle del Liceo o Alfonso XIII, a la izquierda, y a la derecha la casa nº 9 de Diego León que desapareció después y es la que hacia frontal con la plaza y esquina con la de la Plata o Victoriano Rivera. y lo más gracioso era la peregrina justificación "el deseo de que con la demolición desapareciese la suciedad de las callejuelas contiguas". 

"Córdoba : semanario independiente: Año II Número 33 - año 1917 - En su portada-editorial se lee: De la Córdoba destruida: La casa de Bañuelos, bella edificación que como tantas y tantas otras de interesante carácter cordobés, fue demolida para procurar un ensanche que de nada ha servido, aduciéndose entonces el deseo de que con la demolición desapareciese la suciedad de las callejuelas contiguas; es decir, que el criterio estribaba en limpiar con la piqueta y no con escobas y agua, que es como parece que debe hacerse."

Una vista de una acera de la plaza con baranda, allá por los sesenta de siglo XX.

Hoy el recuerdo queda en el nombre de la plaza que se llama Mármol de Bañuelos. D. Teodomiro Ramírez de Arellano dice en su Paseo por el barrio de San Miguel al referirse a esa plaza:

"Salimos a la plazuela del Mármol de los Bañuelos, nombre que lleva también la calle que sigue hasta la plazuela de San Miguel, y lo toma del mármol colocado en el rincón y que hemos conocido con doble altura en el centro, hasta que una galera lo rompió y lo llevaron a la esquina de la calle de Diego León, trasladándolo después a su actual sitio cuando se colocó la acera. Es una hermosa columna romana, y la tradición dice que a él estuvo atado San Zoilo mientras lo martirizaron sacándole los ríñones.

La casa que hace rincón, propia de los marqueses de Valdeflores y habitada por el notable jurisconsulto don José de Illescas, es la solariega de los Bañuelos, una de las primeras familias de la antigua nobleza de Córdoba, de la que han figurado muchos individuos."

La misma acera anterior pero sin baranda

Luego están las leyendas alrededor de este apellido, con el caso de una mujer de la familia, Doña Elvira de Bañuelos, novicia de Santa Inés, que tuvo amores con Juan de Vargas en contra de la opinión de su familia. No tienen nada que ver con la lucha de D. Rafael Romero Barros por el patrimonio de la casa solariega de la familia Bañuelos, es posiblemente una leyenda, pero ahí queda  también.

Una vista aérea actual

Fotografías de la Red
Bibliografia "Córdoba en el siglo XIX, Modernización de una trama hstórica", Cristina Martín López

martes, 26 de noviembre de 2013

PIEZAS INVITADAS MUSEO DE BELLAS ARTES DE CORDOBA



Dos nuevas piezas se incorporan a la exposición "Bijin el japonismo de Julio Romero de Torres", en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, como piezas invitadas, ambas proceden de colección particular y pertenecen a la era Meiji (1868-1912).

"Muñeco de guerrero - Samurái Doll
(Musha-Ningyô)
Tela, cerámica, madera y metal, 29x36,3x25 cm
Japón, periodo Meiji (1868-1912)
Colección Particular"

Sobre el samurái:

"El exotismo y el detallismo en el vestuario y complementos era su principal atractivo para los coleccionistas. Así geishas y samurais se convierten en los personales que simbolizaban el mundo tradicional japonés en Occidente. La figura musha-ningyô representa a un dignatario samurái sentado, con armadura y abanico de guerra del tipo gunhai. El expresivo rostro está realizado con una pasta de concha marina mezclado con cola animal denominada gofun, que permite un acabado brillante.


Expuesto en la sala inferior

En el Japón tradicional los musha-ningyô se asocian a la festividad del "Día de los Niños" (Kodomo no hi) que se celebra cada cinco de marzo. Estas figuras se colocan en un altar doméstico y su finalidad es representar el modelo de conducta samurái para que sea seguido por los niños de la casa. Siguiendo la moda del Japonismo, este tipo de pequeñas esculturas fueron coleccionadas desde mediados del siglo XX en Europa."

La otra figura:


"Gyoku -Desnudo femenino (Okimono)
Marfil tallado y policromado, 11,2 x 4 x 5 cm.
Japón, periodo Meiji (1868-1912)
Colección Particular"

Okimono significa en japonés objeto decorativo entre otras acepciones, que se expone en un tokonoma, pequeño espacio elevado en una habitación japonesa, que es también como un mini  santuario de la casa. Okimono viene de oku (poner) y mono(cosa). se puede definir como el ornamento o figura que se coloca en el cuarto de las visitas. 

Vista desde arriba

Es una pequeña talla japonesa poco más grande que el netsuke, aunque éste último tenía un determinado propósito, normalmente guardar pequeños objetos de uso y el okimono es exclusivamente para decorar el lugar. La mayor parte de la exportación de estos objetos a occidente fue en el periodo Meiji. Algunos tenían un componente erótico.

Reflejada en el espejo trasero

"Las delicadas tallas de marfil o hueso fueron una de las manufacturas artísticas japonesas más admiradas en occidente. El erotismo tiene en el arte nipón una extensa tradición histórica y artística. Su calidad y exótica temática centrada en la mitología, los tipos y las costumbres del País el Sol Naciente, atraían las miradas occidentales."


Fotografías del autor
Bibliografía de la exposición y Red

lunes, 25 de noviembre de 2013

APRESÚRESE A VER CÓRDOBA


Hoy ha sido uno de esos días que se pueden tachar de muy interesantes. Antonio Moreno, un estudioso del cine en Córdoba, que tiene un programa quincenal en PTV Telecom sobre la utilización de Córdoba en el cine como plató, durante el pasado siglo XX, y una de las mejores colecciones de películas rodadas en nuestra ciudad, tenía interés en buscar unos exteriores de una película filmada en los años veinte, que sospechaba había sido en el cortijo de Córdoba la Vieja, a las faldas de Medina Azahara.

Primera cuestión interesante: tuvo la gentileza de llamarme para que lo acompañara a la visita al cortijo. Una vez allí nos recibió Juan SanMiguel uno de los propietarios, que luego nos presentó a su hermano Enrique. Este último, con una amabilidad fuera de lo común para con unos desconocidos, nos demostró su hospitalidad, era conocedor también de las dos películas que parece ser rodaron en la finca. "El león de Sierra Morena" y "La tierra de los toros". Luego visitamos el lugar del rodaje que salvo ligeras modificaciones (estamos hablando de cerca de noventa años) era el de la película, que visionamos allí para comparar.

Luego supimos de primera mano, el detalle del campo de prisioneros que la citada finca tuvo durante un tiempo en la guerra civil, detalle que yo conocía y corroboró Enrique. Antonio (segunda cuestión interesante del día) me regaló un ejemplar de la Revista Triunfo del año 1973, concretamente el número 538, donde se publicó un artículo de D. Carlos Castilla del Pino, que en dos entradas de este blog había citado yo, y como tal decidí publicarlo íntegramente y sus fotografías, porque es un documento que tendrá validez siempre. Muchos lo conocemos pero otros muchos seguro que no.

El artículo de D. Carlos Castilla del Pino:

"APRESÚRESE A VER CÓRDOBA"

"Salvo excepciones, cualquiera estaría dispuesto a aceptar que el hecho de que España no hiciese a su debido tiempo la revolución industrial constituye una desgracia irreparable. España -la faz de España- sería, con la mayor probabilidad, distinta, como lo fue tras la invasión árabe, y luego tras la Reconquista cristiana. Pero la negatividad que supone el no haberse incorporado en su momento nuestro país a lo que fuera el requerimiento industrial europeo, podría ofrecer hoy día una contrapartida positiva en algún sentido, a poco que existiese una mínima sensibilidad histórica: el desarrollo económico actual podría hacerse -debería nacerse, mejor dicho- de manera que fuese compatible con la pervivencia del pasado y de los caracteres mismos de la ciudad, que la hicieron cuando menos habitable.


Esto es lo que queda de los que fueran alguna dependencias de la llamada "Veterinaria Vieja", un edificio del siglo XVII, que no hubiera desentonado en Salamanca, en Coímbra o en Bolonia

A mí me interesa el pasado -las huellas de nuestro pasado- no sólo a modo de adorno que ofrecernos a nosotros mismos y a los que nos visitan, cosa de por sí bastante importante. Me interesa que el pasado perviva en nuestras ciudades y pueblos, porque, paradójicamente, satisface necesidades elementales que la nueva ciudad está lejos de dar cumplido fin. Me refiero al hecho de que estas ciudades y pueblos sigan siendo habitables (cuando grandes masas los despueblan es "por otra" razón). Porque resulta que esas elementales instancias que son el vivir en relativo silencio, pasear, contactar uno con otro en tanto personas, o sea, como conciudadanos, sólo es factible allí donde la ciudad todavía existe en tanto fue hecha por y para los hombres. Así se explica el comportamiento de tantos de nuestros emigrantes, que salen de sus tierras ante la imperiosa necesidad de subsistir, pero que una y otra vez regresan a las mismas, aunque sea pasajeramente, precisamente para convivir, porque esto del mero convivir emerge como necesidad, una vez que la de subsistir ha sido satisfecha. Posiblemente, ciudades como Écija, Antequera o Ronda, Cáceres o Trujillo, Plasencia, Ciudad-Rodrigo o Cuenca, Toledo o Salamanca, por sólo citar unas pocas, no han sido edificadas de acuerdo a la acepción actual del vocablo "planificación". La ciudad, creo, se hizo, o mejor, se fue haciendo concorde con necesidades de toda índole, que van desde la climática y la defensiva a la artesanal y profesional. 


Uno de los más graves atropellos arquitectónicos se comete actualmente en el que fuera palacio del vizconde de Miranda, hasta hace poco Colegio de las Adoratrices. Los capiteles califales han sido vendidos a anticuarios. El palacio contenta soberbios artesonados. 

La consecuencia de todo ello es que cada ciudad de esta índole tiene el carácter que le es propio, o sea, su individualidad. En manera alguna, hay homogeneidad -ni siquiera entre pueblos de una misma comarca o región, aunque, con toda suerte de aproximaciones, pueda hablarse del pueblo andaluz, castellano o gallego-, porque la identidad entre ciudades, como entre individuos, sólo puede ser expresión de la más opresiva forma de alienación, impuesta, desde luego, por unos pocos. Hoy, sin embargo, se tiende a la ciudad-igual, y las colmenas inhumanas lo mismo se edifican en Torremolinos o Sitges, a cien metros del mar, que en Badajoz o Segovia. El resultado de todo ello es el divorcio ostensible entre lo que la ciudad es y lo que debiera ser a tenor de los factores ecológicos, sencillamente porque la ciudad se planifica al margen de los ciudadanos, en armonía con los exclusivos intereses de un grupo de ellos. Córdoba era una ciudad -y todavía lo es en alguna medida, aunque el futuro próximo se muestre en este sentido con tintas sombrías- que se podía habitar. Pero está dejando de serlo en virtud de una hábil y sutil maniobra. Se ha considerado un recinto monumental, y fuera del mismo se deja hacer, dentro de unas limitaciones que no son suficientes para evitar la pérdida del carácter que le ha sido propio. Pero Córdoba no será la misma porque se respete (?) el mínimo círculo de la judería y el que circunda a la Mezquita. El carácter de Córdoba está también en el barrio de Santa Marina, en La Piedra Escrita, en el conjunto de Santa Marta o de San Francisco, en la extensa área que comprende San Pedro, la calle de la Palma, de Alcántara, del Aceituno, la de Santiago y del Sol, el ámbito de la Magdalena... Mi experiencia de "guía" durante los años que vivo en Córdoba, me ha deparado siempre, ante visitantes que ofendería denominándoles turistas, que estas zonas aludidas y muchas más muestran el notable contraste entre lo que fuera remotamente la Córdoba árabe y judía y lo que ha sido la cristiano-popular, salpicada de palacios y casas solariegas de la aristocracia rural. Usted puede pasear esta Córdoba, sentarse en algunas de sus plazas vivir la experiencia del testimonio directo de sus habitantes, sencillamente porque el "hábitat" hace posible todavía hablar con el que pasa. Usted puede vivir la propia evolución histórica de la  ciudad, las modificaciones lógicas habidas, merced a los distintos signos que entre sus calles se ostentan. Porque la Historia no debe estar meramente en museos y archivos, sino que, allí donde ha sido respetada, está sobre todo en la propia ciudad.


De esta casa sólo se conserva el dintel nótese la incoherencia, incluso, de la edificación efectuada, tan escasa de imaginación como sobrante de mal gusto.

Córdoba está, como he dicho, dejando de ser. Y hay que reputar su devastación, ante todo, a la especulación del suelo. Pese a las tímidas limitaciones impuestas, sobre todo en lo que concierne a la altura, han sido sacrificados ya los palacios del conde de Priego (siglo XVI), del conde de San Calixto (XVIII), del marqués de Valdeflores (XVIII), del vizconde de Miranda (XVIII), del marqués de la Fuensanta del Valle (XVI), la casa de los Ceas, popularmente conocida como Casa del Indiano. (del XV); el Ayuntamiento (siglos XVI-XVII) y un conjunto de casas solariegas que sería prolijo enumerar (por ejemplo, en la plaza de San Juan, en la calle de San Pablo, en la Trinidad [*], etcétera). No sólo son pérdidas irrecuperables en tanto edificaciones simbólicas del pasado, que podrían ser perfectamente utilizadas hoy, sino que la misma espacialidad que tales edificaciones conlleva ha sido definitivamente perturbada. Tras la torre de la Malmuerta -algo semejante a lo ocurrido con la torre de Valencia en Madrid- se alza un bloque de pisos. La plaza del conde de Priego, para citar uno de los más graves ejemplos de destrucción inimaginable, era realmente un asombro: el palacio formaba un ángulo recto, con sus dos fachadas de u n a sobriedad impresionante; otro lado del rectángulo lo forma afín la fachada del convento de Santa Isabel, con ventanales de celosía a unos ocho o diez metros sobre el suelo; al frente, la iglesia de Santa Marina cerraba parcialmente el espacio apenas iluminado, de manera que la vivencia habitual, apenas anochecido, venía a ser una mezcla de recogimiento y temor. La destrucción comenzó emplazando allí el monumento a Manolete, horrendo pisapapeles de tamaño descomunal, tiene el honor de figurar en la antología del mal gusto mundial. (Véase Gillo Dorfles, Kitsch, An Antology of bad Taste, Studio Vista. London, 1969. Página 84. Tras el primer plano del monumento, puede ver el lector parte de la fachada del palacio desaparecido). Hubo entonces una oposición encubierta a que a Manolete se le erigiese un monumento, y luego, a su emplazamiento. 


También tras la fachada de esta antigua casa solariega, se edifica actualmente un bloque de pisos.

Recuerdo que su elevación se hizo gracias al producto obtenido de una corrida en la que hubieron de lidiarse once toros, amén de una charla de aquel inefable académico que se llamó en vida don Federico García Sanchiz: el buen sentido del público hizo callar a tan ilustre charlista apenas abrió la boca para emitir toda suerte de tópicos acerca de "la Córdoba de Maimónides y de los Abderramanes", y le obligó a limitarse a contemplar la corrida como uno de tantos y a que le dejara en paz. Pero el monumento se hizo. Y cuando un cordobés sensato -"discreto", diría Baroja-, con toda suerte de precauciones, hizo una tímida protesta a que a Manolete se le erigiese tamaño artefacto, en esta ciudad en la que Séneca, Lucano, cualquiera de los Emires y Califas, Maimónides, Albucasis y varias docenas más de ilustres nacidos, no poseían aún nada que los hiciese recordar, alguien salió con la razón: "Es que ésos no eran católicos...". En una segunda etapa, el propio palacio ha sido demolido para edificar en su lugar una casa de pisos, eso sí, de corte seudoandaluz, con el aire de alegría estúpida quinteropemaniana que nada tiene que ver con lo que quiera que sea eso que, por llamarlo de alguna manera, denominamos "lo andaluz" (es curioso que el descubrimiento de la lógica tristeza y la seriedad del andaluz, que se corresponde tanto con el "cante hondo" cuanto con Bécquer, Machado, Lorca o Juan Ramón Jiménez, tuviera que ser entrevisto gracias a extraños tales como Borrow, Baroja u Ortega, entre otros).


He aquí convertido en solar lo que fuera palacio del Conde de San Calixto. En los últimos treinta años, hasta su demolición, fue Jefatura Provincial del Movimiento. El derribo ha sido patrocinado por la  Excma. Diputación Provincial.

En ocasiones, antes de la destrucción-construcción, se obliga a la empresa, como si fuera una exigencia drástica, que respete la fachada, y así vemos surgir engendros de pisos tras la fachada del ya demolido palacio del vizconde de Miranda; o tras la casa del Indiano, un artificioso decorado muy propio para un film de Imperio Argentina o Lola Flores.  

Cualquier ciudad del mundo habría encontrado usos para estas edificaciones, desde grupos escolares -Córdoba, tan necesitada de ellos- y Colegios Universitarios, hasta bibliotecas públicas, salas de concierto, teatro municipal, incluso hoteles o mesones, si no mediante el interés económico, capaz de convertir en solar útil, si se le deja, a la propia Mezquita. Hoy están en peligro inmediato, por ejemplo, la casa del Marqués de Boil y el soberbio palacio del marqués de Benamejí, que conserva todavía intactos incluso los jardines descritos por Baroja, a principios de este siglo, en "La Feria de los Discretos", y que ha sido durante años Escuela de Artes y Oficios.


La plaza del Conde de Priego ha quedado convertida en esto: el edificio del fondo ha sustituido al demolido palacio, mientras el monumento a Manolete -una  de las muestras del "kistch" mundial- se alza en el centro.

Para calmar sin duda la mala conciencia ante los hechos someramente apuntados, en Córdoba ha entrado la peligrosa obsesión reconstructora. Es muy probable que nuestros "reconstructores" consideren salvajes a los ciudadanos de Roma, que no han rehecho el Foro o el Coliseo, o que estimen indolentes e incultos a los atenienses, que no han tenido interés en reconstruirnos el Partenón, dejando los fragmentos del mismo esparcidos por la Acrópolis. Aquí, en Córdoba, no se trata de dejar a las ruinas en condiciones, todo lo más, de que no se arruinen más: eso se estimaría en poco. Hay que hacer de nuevo -absolutamente de nuevo- la Sala del Trono del palacio de Medina Azahara, hasta ofrecernos una ridícula parodia de lo que fue; hay que hacer íntegramente de nuevo el inmenso templo romano, aunque, desde luego, con columnas de escayola y capiteles de lo mismo; hay que hacer de nuevo la totalidad de las almenas de la muralla del Alcázar Y construir un foso escuálido, capaz de ser saltado por un infante en jolgorio, porque -como me dijo el teniente de alcalde de su momento- "después de dos inviernos" "¿qué americano sabe que esto que hacemos no tiene más de quinientos años?"; hay que estropear definitivamente la puerta de Sevilla, único resto de arquitectura militar visigótica que poseemos, con bloques de piedra simulada; hay que pintarrajear de colorines absurdos la portada románico ojival de la capilla mudéjar de San Bartolomé, o hacer que nos sonrojemos ante los que, al visitarnos, nos preguntan: "¿Pero, qué es eso?", cuando contemplan la horripilante fachada del Hospicio (hoy Diputación), estucada para simular mármoles veteados. Y así sucesivamente. 


La "casa del Indiano", del siglo XV, sólo conserva esta portada. Da pasoa una calle decorada al modo quinteropemaniano, un tipo de arquitectura andaluza inexistente fuera de un escenario adecuado al "Séneca" o a "Malvaloca"

Imagino que una ciudad plantea innumerables y muy complejos problemas, sobre todo en etapas socioeconómicas de transición. Pero ha de haber, necesariamente, forma de resolverlos, y se podrá aprender, sin duda, en Roma, en Florencia, en Pisa, Urbino, Siena, o simplemente recurriendo al buen sentido. Cuando hablo de que se respete la huella del pasado, no estoy defendiendo la pervivencia de la miserabilización que, para las actuales exigencias, ofrecen sin duda muchas muestras de arquitectura popular, como las clásicamente denominadas casas de vecinos. No planteo el problema en alternativa, y, desde luego, ignoro cuál sea su solución racional. Quiero simplemente llamar la atención sobre que no es permisible -perdón: no debiera ser permisible- que una ciudad se destruya ante nuestros ojos, y con una rapidez que no hace honor a la tan cacareada apatía de los españoles. Probablemente, la mayor parte de los que colaboran en esta tarea pertenecen al grupo de los que hablan reiteradamente de "valores eternos" y sitúan a España como "reserva espiritual de Occidente". Nunca se dio tan ostensible desparpajo entre la espiritualista retórica al uso y la práctica utilitarista. A lo peor, hablando como hablo, se me incluye, una vez más, entre los que forman en el grupo de esa curiosa entidad que ellos mismos denominan "anti-España".

Alberto Moravia dijo hace años que Córdoba era la ciudad más bella del mundo. Por principio, hay que considerar esta frase inexacta. Sólo en un arrebato disculpable puede emitirse, porque, de hecho, nadie, ni Moravia, ni Fidías redivivo, posee una vara para dictaminar sobre medidas estéticas. Yo me limito a decir que Córdoba me parecía muy bella y que, para mí también, no era intercambiable. Si usted, querido lector, pretende tener idea de lo que Córdoba era nada más que hace diez años, ha de apresurarse. Porque de algo de lo que fuera puede no quedar huella alguna cuando venga, o, por el contrario, puede hallarlo todavía, pero bajo la forma de esperpento. 

C. C. DEL P. Reportaje gráfico; ZURITA.

(*) En la plaza de la Trinidad fue demolida la casa en donde murió don Luis de Góngora, pese a la oposición, solamente oral, claro es, de una gran mayoría. Sobre el solar ha sido edificada la residencia del Opus Dei"


Páginas de la revista Triunfo portada y el artículo.


Portada

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Fotografías y bibliografía de la Revista Triunfo.

domingo, 24 de noviembre de 2013

ALJIBE-BAÑO EN LA RONDA OESTE

El aljibe-baño, dentro del arcén.

Un amigo de Facebook, Emilio Fernández, tuvo la gentileza de poner en la red social, una interesante fotografía del interior de una especie de aljibe baño, descubierto con la construcción de la Ronda Oeste, cerca de la incorporación dirección norte por Menéndez Pidal.

Interior (Fotografía Emilio Fernández)

Decidí pasar la otra mañana a visitarlo, pensaba que desde la cabreriza de arriba, donde dejé el coche, podría bajar el talud, pero no tuve en cuenta que el carnet de identidad es el que es, y entonces el sentido común me hizo pensar acceder por el arcén, demostrando de esta manera que es el menos común de los sentidos.

Vista desde arriba, y del empinado talud

Volví sobre mis pasos hasta llegar a la Avd. de Menéndez Pidal, antiguo camino del Narajal de Almagro y Alameda del Obispo, y me incorporé a la ronda Oeste, que se llama A-3050, dirección norte. No recomiendo este acceso, pues aunque el arcén es ancho, es una vía rápida y hay que tener mucha precaución. 

Otra vista desde arriba

Son unos trescientos metros de circulación peatonal por un arcén, aún a pesar de haberme puesto el chaleco reflectante, y ser media mañana de un día soleado es peligroso, por esa razón traté de circular por el canalillo de evacuación de aguas de la vía, evitando no pisar ni siquiera la línea de separación del arcén. Luego, ya fuera de la vía de incorporación circulé por dentro de la bionda.

Abertura mayor en el lado oeste

Debajo del canalillo de desagüe, a intervalos determinados de distancia, existen unas entradas al colector que por allí discurre, y que llevaba un considerable caudal de agua. Como siempre, he tratado de documentar la entrada con algún estudio profesional que dé más detalles de la construcción, pero he de manifestar que no he encontrado nada al respecto. Si por el contrario hay muchas páginas que se hacen eco del destrozo patrimonial que, a consecuencia de la construcción de la Ronda Oeste, se ha hecho. 

Abertura pequeña en el lado este

También muchas promesas políticas de la construcción de varios parques arqueológicos, que quedaron en eso, promesas pero vanas. Se podía disponer de un parque temático in situ de una barriada de la Córdoba califal, pero no, el ladrillo, el famoso ladrillo que hizo enriquecerse rápidamente a mucha gente y ahora ha llevado a la pobreza a muchísimos más, ha destrozado no solo vidas, sino en este caso también el patrimonio.

Abertura pequeña

A esta construcción árabe, se le puede aplicar también  lo que cité el otro día en otra entrada, del artículo aviso de Carlos Castilla, si no se va pronto a visitarlo seguro ya no lo ve. Me imagino que cuando la foto estuvo hasta visitable, pero ahora está colmatado de tierra e inmundicias, testigos mudos de nuestra sociedad.

Suciedad en el interior

Es una construcción embovedada, con una apertura cuadrada en uno de sus lados y una mayor en su lado oeste. Tiene una altura de unos dos metros y algo, una achura de casi tres, y una longitud de seis metros. Según la fotografía de Emilio esta dividido en dos estancias. Su eje oeste-este tiene un rumbo de 61º. En algún sitio he leído que es un Aljibe-baño.

Vuelo de 1956 (Google) el cuadrito azul casi central es la ubicación

Actual (Google) Observesé la parcela de la izquierda tiene aún el mismo perímetro.

En la Palestra Sagrada ya cita los restos del lugar Bartolomé Sánchez de Feria


Llama la atención que la dificultad para llegar, no ha impedido la colmatación de porquería y tierra. Sobre la tierra hay que deducir no llegó allí por desconsiderados visitantes, en todo caso hay que pensar que fue durante la construcción de la Ronda Oeste, los residuos urbanos por el contrario sí. La comparación entre la fotografía aérea del vuelo de 1956 y una actual permite conocer como era el lugar hace casi sesenta años.

Plano de la GMU donde se cita también el Naranjar de Almagro


Fotos y vídeo del autor, una de Emilio Férnández y dos de Google

viernes, 22 de noviembre de 2013

EL PUENTE DE LOS NOGALES (2)

El puente de  los Nogales

En un frío otoño -ya era hora, pues parecía que el verano de 2013 no se iba acabar nunca-, decidí darle una vuelta al hermoso puente de los Nogales. La última vez que pasé por allí estaba como las orillas del río Guadalquivir, comido pos las cañas, que son el elemento principal de su flora. Era imposible bajar al cauce y mucho menos hacerle una fotografía  adecuada. 

Cartel indicador en al carretera de Trassierra

Fui  con unos amigos a ver el venero que de una alcubilla, que allí había, a lo mejor derivada del acueducto Aqua Vetus, vaya usted a saber. Esto fue por la primavera de 2013. El acercarnos a ella fue difícil por la intrincada vegetación de casi metro y medio de altura. Era hasta cierto punto agobiante.

El camino de los Nogales desde Turuñuelos a Medina Azahara, con los cuatro puentes

Hoy la penúltima visita, porque nunca puede dejar uno de admirar su presencia y porte, y siempre guarda en el cajón de las visitas previstas hacerle otra. Junto con el puente romano de Pedroches, que es algo similar, no es habitual encontrar puentes de tres arcos en la construcción califal, bueno si excluimos al del Acueducto de Valdepuentes o Aqua Vetus Augusta que los tiene, pero no conozco otro, el resto de origen romano sí es habitual. 

Estado del puente antes de la excavación con los signos del expolio.

La sorpresa al llegar a él -ya me había enviado mi buen amigo Paco Pozuelo unas fotos antes y por ello no lo fue tanto-, fue que algún alma caritativa, posiblemente institución pública o particulares, pero no lo sé a ciencia cierta. la realidad es que por lo menos hoy se puede contemplar en todo su esplendor, claro dentro de lo que cabe.

Vistas desde el sur

Nada de agua en el cauce, y llama la atención esos tres arcos, y hay que imaginar que a pesar de ser tan corto el recorrido del arroyo que lo surte, y que le cede su nombre de los Nogales, tenía en un pasado, que tener un caudal considerable para esta infraestructura. A no ser que el vano a salvar lo requiriera y no fuese el caudal, pero salvo que la colmatación haya sido grande, que hay fotografías que lo demuestran, no parece muy profundo desde luego.  

Vistas desde el este

Nada de cañas en el entorno que permite verlo en su totalidad tanto desde el norte como desde el sur. Bien es cierto el estado que se encontraba cuando se acometió su excavación era lamentable. Así como el expolio por la propiedad o el arrendatario de la finca habían hecho mella en él. En su descargo, en el del expoliador, hay que decir algunas cosas. 

Una vista desde el suroeste

En todas las épocas ha habido expolio de unas civilizaciones a otras, y máxime cuando la civilización responsable no se ha preocupado de preservar los bienes y estos han sido una ruina de muchos años. Si tú tienes un escaso sentido proteccionista, y no tienes por qué tenerlo, y te encuentras unas piedras en tu propiedad y te hacen falta en otro lado de la finca, no es un sacrilegio que las uses. El sentido actual de la protección y el esfuerzo que hacemos todos los ciudadanos ahora no es el mismo de hace unos años. 

Y otra desde el noreste

Siempre creo que el principal culpable del abandono es la propiedad del bien, en este caso el Estado o la Autonomía. Si el mantenimiento de los lugares patrimonio histórico fuese el adecuado, y la vigilancia también, no tendríamos que quejarnos a posteriori de desaprensivos usos. Pelillos a la mar, se provocó un desaguisado, se reparó y lo importante es que lo que queda del bien pueda disfrutarse muchos años. Reitero no basta con la instantánea, la foto debe ser fija, de a diario, en materia del patrimonio. 

El tablero, al fondo Medina Azahara

Del puente se ha dicho mucho, aún a pesar que en la enciclopedia de andar por casa ponen sólo cuatro líneas, pero de lo mejor que he leído y lo recomiendo es "El Puente de los Nogales, Córdoba. Contribución al estudio de la infraestructura viaria de Madīnat al-Zahra",de Alberto León Muñoz, de la Universidad de Córdoba y Ana Zamorano Arenas del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra, publicado en "Cuadernos de Madınat al-Zahra" nº 6 de 2008. 

Estado de uno de los arcos

Esta publicación dotada con planos y fotografías, permite ver como era el estado del puente antes y como está ahora después de la intervención de 1998. Estamos hablando de quince años, que evidentemente son una mota de polvo de su propio camino califal de abastecimiento a la ciudad palatina, en los mil y pico de su vida. Y la realidad es que el cambio es notable. 

Otra vista de uno de los arcos

Cuesta trabajo pensar el tráfico intenso que tendría, primero con el acarreo de los materiales de construcción desde las cercanas Canteras de la Albaida, y posteriormente una vez funcionando la ciudad palatina, el trasiego del abastecimiento a la misma, sin contar con las tropas del cercano y posible acuartelamiento de Turruñuelos. Los autores en las conclusiones del trabajo señalan que: "El trasiego de tropas y mercancías debía resultar bastante intenso, de ahí que la anchura del tablero estuviera cercana a los 8 m en su estado original." 

Trazado del camino y su marca en el terreno debajo del sembrado

No veo yo desde mis cortos conocimientos un tablero de ocho metros de anchura, pero si los dicen los expertos así será. Otros puentes ocupaban esta ruta de abastecimiento a Medina Azahara, desaparecidos: el de Cantarranas, de Vallehermoso y de los Lobos, que son los cauces que cruzan el camino de los Nogales. Si vemos la fotografía aérea, se puede por contraste localizar el rectilíneo trazado hasta la parte norte de la ciudad palatina, de tan efímera vida. 

Un detalle de la marca por donde va el camino y a la izquierda el puente de Vallehermso

Los fundamentalismos destructivos del ser humano, y posiblemente los desequilibrados repartos de la riqueza al final pasan factura. Además del natural declive imperial con esa línea quebrada de su desarrollo, cenit y final. Más o menos como la que la naturaleza concede a los humanos, nacimiento, vida y la inexorable muerte. Luego el paisaje que nos muestra la sierra desde allí es muy hermoso. 

El venero seco

Desde el catillo Blanco o de la Albaida, coronado por las Ermitas, el Barranco del Rodadero de los Lobos, Piquín, las canteras del Rodadero, la Gruta de Peñamelaria, La huerta de las ventanas o Peñamelaria, con sus pinceladas ocres de otoño, la Casilla del Aire, la Torre de las Siete Esquinas, el Mirador de las Niñas y debajo el del Balcón del Mundo, y si seguimos la panorámica hacia el oeste, San Jerónimo, y la ciudad palatina de Medina Azahara. ¿Se puede pedir más?

La destrozada alcubilla ahora con agua


Fotografías y vídeo el autor
Bibliografía del trabajo citado