martes, 12 de noviembre de 2013

LAS CUEVAS O CANTERAS CALIFALES DEL PARADOR DE LA ARRUZAFA

Cantera califal sala principal al fondo entrada segunda sala

Lo más importante de esta entrada no son las canteras subterráneas, si son califales que seguro lo serán, o si antes lo fueron romanas, que a lo mejor también, lo más importante es el interés de una plantilla de profesionales, trabajadores de a pie, de Paradores Nacionales, que han visto en estas cavidades creadas por hombres de hace muchos años, como un acicate para poner en valor un parador, el de La Arruzafa de Córdoba, y que sume este atractivo patrimonial a sus muchos atractivos que tiene de por sí. Y sobre todo se demuestra como se preocupan los trabajadores por su empresa y como lo público puede ser atractivo y rentable si su gestión es adecuada.

Entrada cueva que fue bodega y central de transformación

El parador nacional de la Arruzafa es un lugar maravilloso, incluso en los rigores del estío cordobés. Unas maravillosas vistas sobre el valle -si el califa tenía allí su residencia de verano no era por casualidad-. Una  buena cocina actual, de diseño, y unos extraordinarios profesionales. Mi familia ha tenido la ocasión hace unos días de estar en él, en un acontecimiento muy cercano, y todos hemos quedado muy satisfechos. 

Un aspecto del techo de la cueva de la bodega

Volvamos al parador y a sus cuevas o canteras. Cuando se decidió construir el parador, en la década de los cincuenta del siglo XX, aquellos lugares eran huertas, las afueras de la ciudad. El ex-Convento de San Francisco de la Arruzafa, la finca El Patriarca, y el Cañito Bazán, lugar, este último, de peroles cordobeses por excelencia. Una conducción posiblemente árabe, dotaba al lugar de lo esencial, buena agua y sombras. En los alrededores también existían unas canteras al aire libre.

Otra vista del techo

Antes, los antecedentes -no tenían que ver con el boom turístico posterior-, eran la Fonda de la familia Rizzi, en la que se había convertido el ex-Convento de San Francisco de la Arruzafa, ahora dentro del recinto. Luego, la construcción del Parador Nacional de Turismo, como así se llamaba. Era un cruce de caminos, la carretera de subida a la Ermitas, a la derecha el Cañito Bazán que era esquina necesaria con el convento y su cruz de Humilladero, y luego la inconfundible silueta del parador a la izquierda.

Un trozo de piedra desprendida

Puestos de acuerdo procedimos a la visita profana de las cuevas, ninguno éramos expertos en nada de lo que íbamos a ver, por lo menos yo no lo soy seguro. Mis conocimientos de geología son los que son, veía algo más desde luego que el "consumista del Realejo", pero algo más tan solo. Un profesional de la cocina, otro de mantenimiento, un escenógrafo y un jubilado, era el cuarteto. Una lámpara portátil, linterna y las cámaras fotográficas. 

Antigua bodega

Visitamos tres cavidades solamente, aunque hay alguna más. La primera ha estado siendo usada mucho tiempo, como bodega, y sección de transformación, que posteriores modificaciones la han dejado en desuso. Incluso fue vivienda como veremos al final. Reúne la condiciones de una correcta accesibilidad y con poca inversión se podría adecuar para visita, por lo menos para poder degustar unos caldos rodeados de un patrimonio de muchos siglos. La segunda, enorme, con claros tientes de cantera, con marcas de extracción de sillares en las paredes, y señales de herramientas en éstas y en el techo. Y la tercera en el exterior del recinto.  

Entrada a la cueva principal

Llama la atención que la llamada segunda, debido a sus enormes dimensiones está dividida por otras secciones del establecimiento hotelero. También las formaciones de carbonato cálcico, y sobre todo la invasión de la plantas y árboles del exterior, cuyas raíces buscan ávidamente la humedad y los productos que puede ofrecerle la tierra. A la pobre luz de las linternas o los flashes, muestran su grandiosidad. ¿Romanas las canteras? ¿Califales? Lo más seguro es que en ambas épocas las utilizarían. Califal seguro por estar más cercanas. Las terrazas del prehistórico mar de Tetis, dejaron su impronta en las laderas de la serranía con sus sedimentos marinos. Los sillares que de allí salían pasaron a formar parte de los palacios y construcciones de la época en Córdoba.



Al fondo de esta cueva cantera, que numeramos como la segunda, por el orden de la visita, una oquedad en altura permitía el acceso a una nueva sala, también muy grande con ramificaciones cegadas por los sucesivos derrumbes. Allí el tiempo había dejado sus restos, e incluso algún hueso de algún animal, de tamaño considerable, adornaba algún rincón, dándole el tinte adecuado. Su uso habitual durante las ampliaciones y reparaciones, permitían sacarnos de la abstracción y ver que estábamos en un lugar habitado, por los tabiques divisorios que existen en alguna pared .   

Marcas de la extracción de los sillares

La habilidad de David, más joven hizo que esta cueva la viéramos después en fotografías. Esta la llamamos sala 2ª de las canteras califales. Derrumbes y más huesos de animales. No hubiera sido extraño encontrar alguno humano, las cercanías del convento y su uso durante siglos podrían permitirlo, pero no, eran de animales. Esta es la mayor y aún lo sería más, porque como hemos comentado está dividida por paredes que serían necesarias para su uso posiblemente de almacenes del parador.

Cantera principal

Luego salida al exterior, un precioso jardín, las pistas deportivas y la dificultad, había que pasar entre el seto y la cerca del cerramiento exterior, para acceder a la boca de la más conocida. La que siempre ha estado al albedrío de la calle. Que ahora por la vegetación y la cercanía de la cerca, hace dificil un acceso cómodo.La última vez que entré en ella era casi un niño, hacía medio siglo y un lustro más. Un cafre quemó a un murciélago enorme, de una envergadura casi de medio metro, como digo en otro sitio, porque decía que era Drácula. Valiente animal, el amigo.  

Sala segunda en la que se observa la notable profundidad

Esta estaba casi como entonces, claro ahora el abuso de los indeseables e incívicos ciudadanos, porque en aquel entonces no habían tirado allí aún sillas de plástico, botellas e incluso televisores. Una empinada rampa y peligrosa, para bajar a ella, las señales de las herramientas de la cantera, cuyas paredes, algunas, están como las dejaron los últimos canteros, y digo algunas porque hay mucho derrumbe, que impide verlas todas.

Sala segunda otra vista

Luego una gatera, que me hizo echarle valor y acordarme de cuando el teniente "Cantimplora", en el antiguo patio del campo de deportes de Lepanto, allá por el 68 nos decía: -¡Cuerpo a tierra y a reptar como las serpientes!  Además de echarnos tierra encima para que nos imagináramos, según añadía, que lo que nos caía encima era metralla. Y lo curioso es que para eso -esa es la pena-, le pagaban.

Un rincón de la sala segunda

Un perfecto estratega, que nos decía en las soporíferas secciones de teórica, que en la explosión de una bomba atómica lo primero que había que hacer era no mirar al lugar de la explosión, porque nos quedaríamos ciegos del resplandor. -Qué más da quedarse ciego, teniente. -le contestábamos algunos (que habíamos leído el manual Vencer) si nos iban a quitar del mapa las distintas ondas mortíferas. Pero en fin, sus conocimientos desde luego no eran los de Enrico Fermi, el Nobel del proyecto Manhattan.

Derrumbe a la derecha

En resumidas cuentas, cuerpo a tierra y a pasar al segundo sector. Este tenía más derrumbes y nos llamó la atención una especie de oquedad en una roca que parecía un hueco de mortero, una especie de molino para triturar algo. Y más osamentas, en este caso un cánido casi completo. Luego la sospecha por culpa del barro, que la regañina estaba asegurada, so pena que la limpieza de pantalones y coderas quedara en perfecto estado de revista, continuando con el argot cuartelero.

Otro rincón de la sala segunda de la cantera principal

Y los recuerdos repetidos, murciélagos. Casi del mismo tamaño, en la sala interior donde menos llega la luz, salvo la escasa por la "gatera". Estos se soliviantaron un poco con la procedente de la linterna y procuramos molestarlos lo menos posible, los tres éramos y somos -Manolo no nos acompañó en esta-, individuos algo civilizados. Solo el flash para poderlos fotografiar, pero con las dificultades lógicas de no poderlos enfocar bien.

Rampa de bajada a la cueva exterior

Tengo conocimiento por Pilar López, conocida de las redes sociales, que sus abuelos vivieron en una de las cuevas, la que después contuvo la bodega del Parador, antes de la guerra incivil, e incluso ha tenido la deferencia de facilitarme una fotografía de las personas que la habitaron, sus abuelos, el matrimonio formado por D. Francisco Márquez de la Fuente y su esposa Doña Ascensión Fimia Espino, además de su seis hijos.

Familia de D. Francisco Márquez y Doña Ascención Fimia

Doña Ascensión trabajaba algunas veces en la casa del torero Rafael Guerra Bejarano, "El Guerra". Y Don Francisco fue capataz de algunas fincas del Brillante. De la que se acuerda su nieta, era la inmediata al Cañito Bazán. Después D. Francisco se incorporó a la Renfe de la que era trabajador antes de la guerra. Después marcharon a Jaén. También vivieron en el Zumbacón.

Vista de la entrada de la cueva exterior desde abajo de ésta

Otro interesante testimonio sobre las cuevas. 

"La propiedad de grandes partes de los terrenos de esa zona de la sierra era de la familia Montijano y, de nuevo de "oidas", me dijeron que la zona del Parador fue vendida a la sociedad Carbonell (de esto no estoy seguro). De las cuevas de la Arruzafa puedo contar que en el almacén del sótano, hay una tapiada, que los albañiles que trabajaron en la construcción del Parador me contaron que entraron por ella hasta cansarse. También que no pudieron hacer el desagüe de la piscina porque dieron con una cueva enorme, así que la piscina desagua directamente a la cueva. Y por último estaba la cueva del algarrobo o de la higuera o de la mula, en la esquina sur-este de la finca (se ve desde la calle nueva que va paralela a la tapia). Esa era enorme, tanto, que los escombros del vaciado de la piscina se volcaron allí. Y la piscina tenía 1.000 metros cúbicos, y aún así no se tapó nada más que una pequeña parte. Hubo un tiempo que el Parador tenía un par de hortelanos que cultivaban los terrenos y araban con una mula "La Española". La cueva "se acondicionó" para cuadra de la mula."

La que denominamos gatera desde la sala interior

Y otro amigo, Patxi Guerrikabeita me dice:

"Yo he sido un habitual de la zona, por mi afición a los fósiles, y antes de que hiciesen la piscina había una cueva con una gran entrada. En el fondo de ella había, que yo me acuerde, dos galerías. Las entradas de las mismas habían sido acondicionadas por el hombre. Nunca fui capaz de acercarme mucho, porque de ellas salía viento, y porque las linternas de petaca eran un lujo carísimo. Se decía que Abderramán I preso de la nostalgia, hoy sería una depresión de caballo, se refugiaba en ella. Total, que vaya usted a saber, donde termina la realidad y empieza la fantasía, sobre Abderramán I." 

David se aventura por uno de las pasillos

Bueno la realidad es que los tres testimonios son fruto del recuerdo, de la memoria de las personas y ahí quedan sin quitar ni poner nada. Los recuerdos son como son, sagrados para su propietario. Lo real es que hemos visitado las cuevas, cuatro espeleólogos de pacotilla: Timoteo, Manolo, David y quien suscribe. 

Especie de mortero

A los que agradezco haberme permitido ese placer, de haber retornado 55 años hacia atrás, y a los dos primeros desearles que su lucha por el mantenimiento de los puestos de trabajo de su empresa, con la colaboración del tercero David, sea fructífera y consigan el ansiado premio, que es poner en valor el patrimonio geológico-histórico del Parador Nacional de la Arruzafa. 

Los murciélagos


Fotografías de David Gutiérrez y del autor. 
Una facilitada por Pilar López.
Mi agradecimiento a Timoteo Manolo y David.

12 comentarios :

PATXI GUERRIKABEITIA dijo...

Buenas tardes, amigos. Paco, de espeleólogos de pacotilla, nada. Las grandes cosas se hacen por cariño. A pesar de mi claustrofobia, me hubiese gustado estar con vosotros. Muchas gracias y un abrazo.
P/S: Lo de la claustrofobia lo he descubierto hacer pocos años, después de estar 5 horas encerrado en un ascenso.

Emilio Fernandez dijo...

De nuevo mi mas sincera enhorabuena por el "reportaje".Ver en imágenes aquello que tantas veces oí ,creí que se trataba mas de leyenda que de realidad,a lo hechos me remito.Digno de un capitulo de Ciudades Bajo tierra.Me encanta.Un saludo .Por cierto y ahora que veo mas arqueologia por el blogs.has visitado los puentes califales y romano de los arenales?

Paco Muñoz dijo...

Patxi el cariño por hacer cosas desde luego no falta, pero la realidad es que somos aprendices de todo y maestros de nada. Yo tuve que hacer un esfuerzo, por lo mismo, por el sentido de la seguridad que trato de emplear siempre, para mí y todos, por la torpeza física, cuestión evidente después de practicar muchos años el "sillón bolt". Y lamento el mal rato del encierro, no me lo quiero imaginar, y mucho más si estabas en altura. Un abrazo y gracias.

Paco Muñoz dijo...

Emilio muchas gracias. Es verdad claro sin esa aureola de subterráneos misteriosos que circula, en los que nos dejamos llevar por la imaginación. En este caso eran canteras cuya explotación subterránea era la forma ideal de hacerlo. Son similares a otras, por ejemplo las que tiene el restaurante de Cuevas Romanas. Allí te dice el "cicerone" que llegan hasta la Universidad Laboral , sin desmerecer su extensión que es bastante. Y llevas razón, yo he seguido esa serie que citas y me resultaba maravillosa, estaba tratada muy didácticamente sin exageraciones. Estas canteras fueron utilizadas para vivir los ascetas de la zona hasta que los reunieron obligatoriamente en las Ermitas a todos. Cualquier sitio que tuviera un techo era ideal para los sin él también, teniendo en cuenta que las cuevas eran la vivienda habitual de los primeros colegas nuestros. Te adjunto las entradas sobre los puentes que citas:

http://notascordobesas.blogspot.com.es/2010/05/puente-califal-del-rio-guadiato.html

http://notascordobesas.blogspot.com.es/2010/05/el-puente-romano-del-guadanuno.html

PATXI GUERRIKABEITIA dijo...

Buenos días, amigos. Paco, un día te comenté lo de los pasadizos que me dijeron que llegan hasta la Laboral. En el año 1963 yo tenía un tío que trabajaba en el cortijo Villa Tejada y de su mano recorrí más que lo que pueda ocupar un restaurante. Había tres, galerías una corría paralela a la cárcava y dos salían en sentido vertical de una sala que tenía un pesebre tallado en la arenisca que iba de lado a lado, vamos, muy grande, y otra un poco más delante de la que corría paralela. Los del cortijo sólo entraban allí a por arena para limpiar los culos de los cacharros. Ellos decían que eran de los bandoleros, es posible que los usasen, pero hacerlo nada, de nada. Ahora que tengo suficientes conocimientos para saber si esta obra era romana o árabe, seguro que no queda nada, porque he entrado en Google, y todo aquello está ocupado por urbanizaciones, así que… un abrazo.
P/S: Mi primo dice que se acuerda de la entrada, pero que como hacia ruido, seguramente por el viento, no los dejaban arrimarse.

Paco Muñoz dijo...

A mí me lo contó un camarero del restaurante Cuevas Romanas que hoy está en la entrada de las Cuevas. Es posible que lo usaran bandoleros, u otras personas sin techo. Pero las Cuevas están y algunas tienen una puerta. dentro de ellas hay una sala con una especie de estrado que mi hijo Gabriel el guitarrista, montó junto con una compañía de baile un espectáculo dentro de la sala que te digo. Mira Paco las cuevas como están en la actualidad.

http://notascordobesas.blogspot.com.es/2012/03/las-cuevas-romanas.html

PATXI GUERRIKABEITIA dijo...

Buenas tardes, amigos. Se me olvidó comentaros lo de las fincas del Guerra. Los de mi barrio, Huerta de La Reina, íbamos de perol a una finca que le llamábamos el coto del Guerra. Este estaba entre la carretera del Brillante y el canal, a unos 200 metros de la margen derecha del arroyo del Moro, concretamente entre los dos puentes del canal. No recuerdo como se llamaba el señor que estaba allí cuando había algún toro, pero era muy simpático y amable. Lo que si me acuerdo es de una hija del Guerra que vivía en la calle Ramírez de las casas Deza, frente de mi colegio. Recuerdo que tenía una especia de pensión, cuyos huéspedes eran futbolistas del Córdoba. También recuerdo la mala leche que tenía la gente cuando por ese hecho la ponían a parir. Con eso de ¡Anda qué! ¡Pa lo qué han quedao! Etc. Un abrazo

Emilio Fernandez dijo...

Muchas gracias Paco buscaba esa información.

Paco Muñoz dijo...

Pilar López cuando mencionó que su familia vivía en las cuevas de la Arruzafa también cito al Coto del Guerra. Yo conocí a una nieta del torero pero me parece que estos Vivian en Osario. Todos tus recuerdos son muy interesante Patxi. Un abrazo compañero.

Paco Muñoz dijo...

A tu disposición Emilio, no las merece. Un saludo

gENiUs dijo...

Felicidades por tan estupendo artículo, Paco, que nos será de gran ayuda para elaborar el artículo de estas cuevas en el que por supuesto, sería un placer contar contigo.

Un saludo y gracias por todo lo que aportas para dar luz al patrimonio cordobés.

Abén

Paco Muñoz dijo...

Gracias Abén, sabes que si la gripe no se mete por medio colaboraré con vosotros en la medida de mis posibilidades. Un abrazo.