viernes, 24 de junio de 2016

CRIMEN EN EL CORTIJO DE LOS LIBROS

Fachada principal sur del cortijo de Los Libros

Ayer hablaba del Cortijo de Los Libros, y en un párrafo citaba el crimen que allí ocurrió el 27 de octubre de 1921. José María Cantero Medina, de 23 años, natural de Lucena, bracero o jornalero, apodado "El Mulo", asesinó al aperador del cortijo, Francisco Galán Toledano, de veinticinco años, casado y con dos hijos apodado "Correa", de un golpe en la cabeza con una béstola o "bestoba" (arrejada o aguijada), que es un palo fuerte con un hierro en forma de pala en uno de sus extremos, y su uso es para limpiar la tierra que se pega a la reja del arado. 

 Arma del crimen (Foto de Paco Sánchez Moreno, diario Córdoba)

Fachada casa del señorío (Foto de Paco Sánchez Moreno, diario Córdoba)

Esta mañana he estado en el cortijo que no tiene habitantes, hoy en día los cortijos han quedado en una nave para guardar la maquinaría y poco más. Eso si se tiene maquinaría porque lo normal es que la propia empresa que la posee, are, le ponga a la tierra el herbicida selectivo, siembre y luego recoja la cosecha, es decir que los propietarios no contratan nada más que a la empresa en cuestión, que con pocos trabajadores, sólo maquinistas especialistas, solucionan  el asunto jornales, que cada vez hay menos. 

 Camino de acceso, al fondo la N-IV

Un extraño muro en el camino

Estar allí delante de la solitaria palmera, a la que el picudo ha dejado en el tronco seco, con las tolvas en el suelo, la empedrada era primitiva, el transformador y la ruina circundante de otras naves ahora no usadas, y mirar hacia el cerro de la mosca -el cerro no es muy alto pero desde la era hay una diferencia de más cien metros- y ver como la cosechadora en altura recoge el corto trigo, impresiona, porque la actual mies ya se mece poco al viento. Seguro que no interesa la paja y se ha diseñado un cereal de tamaño justo. Esto será como los tomates cuadrados para el pan de molde.

 Llegando a los Libros, al fondo el Cerro de la Mosca

Última curva

En ese octubre del año 1921, que había sido bastante negro: el desastre de Annual, la decadencia y chapuza del ejército español; el asesinato de Dato por Pedro Mateu, como respuesta del anarco sindicalismo barcelonés, a los crímenes "legales" de Martínez Anido; La muerte de Emilia Pardo Bazán (la de Los Pazos de Ulloa), y la de Enrico Caruso. Y como todo no iban a ser todo tragedias Vicente Blasco Ibáñez escribe "Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis", y Miguel de Unamuno, "La Tía Tula"; Frederick Banting y Charles Best consiguen sintetizar insulina para la diabetes. Etc. etc.

 El cortijo desde el oeste

Cortijo, a la izquierda la parte norte derruida

Lo que ocurría en ese tiempo no era baladí, España estaba agitada, y siempre eran los mismos sufridores, soldados que morían en una guerra inútil en África mientras los ricos pagaban y no iban a la sangría. Pue bien, en ese orden de cosas que no tiene porque ser estimulo de nada, ocurrió en el cortijo lo siguiente: José María Cantero, "El Mulo" estaba arando en una besana del cortijo Los Libros, como creyó que era la hora de comer y el aperador Francisco Galán no daba la orden de parar el trabajo, Cantero paró por su cuenta y discutieron ambos. 

 Esquina de oeste de la fachada principal

Transformador, alpacas y cerro de la Mosca

El primero se fue con la yunta a la gañanía diciendo que no trabajaría más con aquel negrero. Un mulero, compañero de penas, que estaba en la casa le dijo que aguantara, que volviese a trabajar que ya quedaba poco tajo, y en unos días se acababa la "viajá", y así podría regresar a su casa con algo de más dinero. Lo convenció, le hizo caso Cantero y volvió al trabajo. El aperador parece que aceptó su vuelta como si no hubiera ocurrido nada y aquello pareció quedar zanjado, había quedado sólo en una discusión.

 Una limpia vista del cerro de la Mosca, donde estaban cosechando

Transformador entre el girasol

Pero parece que había quedado algún rescoldo o lo habría de otra ocasión. Cuando al día siguiente los gañanes y muleros empezaron la faena, el aperador Francisco Galán, el "Correa", parece que observó que Cantero, "El Mulo", no estaba arando como él había dicho. Se lo hizo saber al empleado en un tono más que de recomendación y como la cosa estaba aún caliente y no cerrada, se produjo otra discusión. El aperador le acusaba de no seguir sus instrucciones correctamente, y parece que no mediaron insultos, pero es difícil de saber, lo que es seguro es que no los escucharon los otros compañeros. 

 La palmera muerta por el picudo

Fachada principal, a la derecha una tolva en el suelo

"Correa" se retiro del lado de "El Mulo" para coger su yunta y seguir trabajando, y este segundo, cuando el primero se volvió, ni corto ni perezoso cogió la aguijada y con ella le dio un fuerte golpe en la cabeza. La parte metálica del palo, la pala del instrumento de labranza le produjo una herida en la región frontal, fractura del cráneo, y una fuerte hemorragia cerebral que le produjo la muerte en un breve espacio de tiempo. José María Cantero se marchó del cortijo, sin que nadie lo detuviera, sin embargo al mediodía se presentó en el cuartel de la Guardia Civil de Fernán Núñez y se entregó declarándose culpable del homicidio.

 Caserío y puerta de nave en la fachada principal.

Nombre del cortijo

El juicio por homicidio se celebro en 1923, en la Audiencia de Córdoba, en esas fechas ya no estaba vigente la Ley del Jurado, y el Tribunal lo integraron cinco magistrados. A saber: D. José Villalba, D. Ángel Ariza, D. Ramón Gascón, D. León Muñoz Cobos, y D. Antonio Escribano. Esta cantidad se debía a que la pena que el Fiscal pedía exigía un número mayor que el normal de tres. La sentencia se publicó en noviembre de 1923, dos años después de los hechos.

 Empedrado del patio

Cocina y naves al sureste

Este hecho es un crimen rural, en el cortijo, parece que por motivos laborales, aunque estos extremos pudieran no estar muy claros, y a lo mejor encerraban otras cuestiones que no se reflejaron en el sumario. Hubo alevosía. Esta agravante consiste en que el que comete el delito se asegura estar en una posición de no riesgo, que pudiera venir de la defensa del agredido, en una palabra el agredido no tiene posibilidades de defenderse. Lo podemos titular vulgarmente como a traición, y por esa razón el homicidio se convierte en asesinato.

 Era

Otra vista del empedrado

La sentencia recoge detalladamente que la intención del agresor, al utilizar ese instrumento de labranza que, cuando es utilizado como arma es suficientemente peligroso como para causar la muerte del agredido. La discusión fue por cuestiones laborales. Y señala que el aperador se marchó después de reprender al jornalero por su proceder laboral. Puede parecer que esta actitud del superior, no justifica lo violento de la reacción del jornalero, y por esa razón no existe la atenuante de arrebato u obcecación. Por otro lado existe una enemistad latente entre ambos, y además tiene en cuenta la propia personalidad del agresor, de la que su apodo dice casi todo.

 Nave lateral

Ruina del patio este

Ninguna de estas últimas cuestiones pueden tener valor jurídico. La agravante de alevosía no tiene por qué tener adicional la de premeditación, ya que sobre la marcha se aprovecha el agresor de la situación de inferioridad de la víctima. Desestima la sentencia, dicen los autores, "la atenuante de preterintencionalidad (la de no haber tenido el delincuente la intención de causar un mal de tanta gravedad como el que produjo), ya que la intención homicida queda patente." Y destacan que "la pena de cadena perpetua que se impone en la sentencia, pena afortunadamente desaparecida del elenco de sanciones penales."

 Lateral oeste

Lateral oeste y parte norte desaparecida

Y para terminar el excelente artículo, aclaran:"Regía a la sazón el Código Penal de 1870, que recogía en el catálogo de penas la de cadena perpetua o temporal, A tenor del art. 107 de dicho código, "los sentenciados a esta pena llevarán siempre una cadena al pie pendiente de la cintura, se emplearán en trabajos duros y penosos y no recibirán auxilio alguno de fuera del establecimiento". 

 Parte norte 

Nada queda de las construcciones norte

Lo inhumano y arcaico de esta sanción resalta por sí solo, ya que contempla la pena en su matiz estrictamente sancionador o represivo, ignorando las corrientes humanitarias, ya vigentes en 1923, que ponen como fin primordial de la pena la resocialización del delincuente y su inserción en la sociedad. Por esta razón, dicha pena de cadena estaba ya en desuso en dicho año."

Girasol, al fondo el arroyo de Los Libros y sus eucaliptus

Cerro de la Plata (Espino) y el toro, desde allí abajo

Un suceso que daría que hablar en su tiempo y que, sin ánimo de justificar ningún tipo de violencia, hay que sopesar las condiciones de indefensión de los trabajadores en ese tiempo, teniendo constancia de las injusticias y abusos que se cometían contra ellos. Trabajaba el que el señor o encargado quería, sin más ley que la suya. Sin horarios establecidos, y sin ningún derecho. 

 Girasol que me parece gira poco

La cosechadora trabajando en el cerro de la Mosca, una máquina un solo trabajador

Lo que me resulta extraño en este caso, es por qué no lo echó el encargado en el momento de la primera discusión, ya que podría haberlo hecho en el contexto laboral que vivían. Lo que figura en los textos judiciales es el texto que es, y seguro que habría algo más que no se refleja. En la cercanías, arriba del Cero de la Plata hubo otro crimen, el del ventero de la Venta de la Cuesta del Espino

Fotos del autor y de Paco Sánchez de diario Córdoba.
Bibliografía de la "Crónica Negra de la Historia de Córdoba (Antología del Crimen) de José Cruz Gutiérrez y Antonio Puebla Povedano, de Luque.

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