jueves, 13 de octubre de 2016

ANTONIO DEL CASTILLO EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA, MEZQUITA-CATEDRAL

Grabado del muro oeste de la Mezquita

Y con esta entrada se cierra la exposición abierta por la ciudad, Antonio del Castillo en la Ciudad de Córdoba. La primera visita que hice cuando decidí reflejar toda la exposición en el blog fue a la Mezquita-Catedral y, salvo los cuadros procedentes del Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, que estaban con amplia difusión expuestos en la ampliación de Almanzor pegados a la pared sur del altar mayor, el resto de las obras me hizo pensar en el asunto de los Pokemon, no había nada ni nadie que te dijera dónde estaban expuestas. En el folleto menos.

Obras procedentes de la Fuensanta

Pregunté a los guardias de seguridad y ninguno tenía datos de la ubicación de las obras, salvo las evidentes de la Fuensanta. La referencia era pasear por todo el recinto, toda la mezquita con sus recovecos, y buscar los expositores de metacrilato con el texto de las diferentes obras. Encontré cinco, e ignoro y además no sé donde comprobarlo, si hay más. Fue una odisea encontrar estas. Al lado del altar de la misa de doce (para el que conozca la Mezquita), hay una, en el muro oeste dos más, y en el norte otras, además de las de la Capilla del Cardenal Salazar. Hubiera sido muy fácil un planillo de la Mezquita y señalar los sitios, pero no se ha hecho.

Ubicación en el muro de Almanzor

A lo mejor la falta de información es un plus especial para tomar la exposición como un juego, por eso de compararla con la busca de los Pokemon de los jóvenes, aún estando de acuerdo que es una herejía hacerlo. Luego están las parroquias, complicado buscar también, es el mismo modelo de desinformación. Salvo en el Palacio de Viana que están muy localizadas en su sala del tesoro. A la vez puedes disfrutar otras maravillosas, coetáneas y contemporáneas nuestras. Y en Jesús Nazareno por la amabilidad de las personas de allí. La verdad es que el trabajo aunque extenso y difícil, me ha permitido conocer algo más a Antonio del Castillo y otros pintores de su época, y sobre todo tener la satisfacción de colaborar con los que se atrevan a hacer el recorrido cultural.


"SAN ACISCLO
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668), hacia 1643- Óleo sobre lienzo
(Junto a la Capilla de la Purísima, muro oeste)

Ubicada junto a la capilla de la Nuestra Señora de la Concepción, es una monumental pintura en la que se representa a este santo mártir, patrón de Córdoba. La obra corresponde a la primera etapa artística de Antonio del Castillo en la capital cordobesa, tras finalizar su aprendizaje en Sevilla. De este modo, en ella se aprecian influencias de reconocidos pintores como Francisco Herrera el Viejo o Zurbarán, en cuyo taller completó su formación.


RETABLO DE LA SANTA CENA
Pablo de Céspedes (1545-1608) Hacia 1595 - Óleo sobre lienzo
(Muro oeste junto al museo visigodo)

Tradicionalmente se ha relacionado esta obra indocumentada con Pablo de Céspedes, siendo atribuida por Pacheco, Palomino y posteriormente por la profesora Raya como una de las obras más importantes del maestro. Se trata del tema principal de un retablo que fue encargado para la antigua capilla sacramental de la catedral cordobesa, cuando la reserva del Santísimo pasó, entre 1582 y 1586, al nuevo y actual sagrario. El momento elegido por Céspedes para la representación del tema es el de la institución de la eucaristía, sacramento que adquirió gran dimensión dogmática y difusión a raíz del Concilio de Trento.


RETABLO DE LA VIRGEN DEL ROSARIO
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668), hacia 1647- Óleo sobre lienzo
(Capilla de la Virgen del Rosario, muro norte de la Mezquita)

El retablo de la Virgen del Rosario se encuentra en la capilla homónima, ubicada en el muro norte de la Mezquita de Córdoba, y fue fundada a principios del siglo XVII por Juan Jiménez de Bonilla, natural de Fernán Núñez y familiar del Santo Oficio. La capilla, de reducidas dimensiones, pues se acomoda en su estructura al espacio de una de las antiguas naves de la Mezquita, presenta un retablo de traza sencilla y organizado en un cuerpo dividido en tres calles, en las que sobresalen las pinturas de la Virgen del Rosario en el centro, San Roque a la derecha y San Sebastián a la izquierda, y un ático presidido por un lienzo que representa al Crucificado. Todas las pinturas fueron realizadas por Antonio del Castillo en la década de los años 40" del siglo XVII.



MARTIRIO DE SAN ESTEBAN
Juan Luis Zambrano (H.1590-1639) Hacia 1630- Óleo sobre lienzo
(Capilla de San Esteban, muro norte de la Mezquita)

Juan Luis Zambrano es uno de los pintores más interesantes del foco pictórico cordobés de Seiscientos. Su estilo se orienta en la dirección tenebrista y expresiva de la escuela sevillana del primer cuarto de siglo XVII, dentro de la órbita de Juan de las Roelas y de Francisco Herrera el Viejo, con una producción ajena, por tanto, a la estética tardomanierista de Pablo de Céspedes y su núcleo. Durante su estancia en Sevilla entre 1620 y 1625, el artista aprendió el modelado duro y monumental; su dibujo es correcto y tiende a emplear colores brillantes que dotan a sus personajes de gran corporeidad y fortaleza. Con Zambrano se materializa la complicación barroca aprendida de Roelas y el gusto tenebrista, abriendo paso a la vía naturalista que desarrollarían décadas después, en la ciudad de Córdoba, Antonio del Castillo, Valdés Leal o Sebastián Martínez, entre otros.


INMACULADA CON SAN FELIPE Y SANTIAGO EL MENOR
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668), 1652-1654- Pintura mural
(Muro oeste cerca de la capilla del obispo Salizanes, frente a la capilla de San Pedro y San Lorenzo)

Convergen en esta obra muchos de los elementos que caracterizan la madurez en la primera etapa del artista, la monumentalidad y aplomo de las figuras derivadas de Céspedes; una simetría casi obsesiva y, especialmente el uso de modelos reales para construir los personajes religiosos que imprime ese particular tono doméstico a su pintura devocional. Ello es visible no solo en los rudos tipos faciales de los apóstoles, también en el rostro sin idealización de la Virgen, que tiene en el pañolón al cuello la seña más notoria de esta rusticidad. Con todo, parece excesivo el juicio de Zueras de que las Inmaculadas de Castillo son las más vulgares de todo el barroco. Este tipo terre-à-terre no ha podido soslayar cierta consideración despectiva, quizá más que por su conservadurismo, por la contradicción de imprimir cualquier atisbo de profanidad al sentido de pureza que encerraba la doctrina, menoscabando así el carácter triunfal que reclamaba la imagen. Junto a esta rusticidad física, destaca también la quietud, rasgo de la manera pictórica de Castillo que contrasta con el dinamismo reinante, más si cabe, en esta iconografía. 


INMACULADA 
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668), 1660-1665- Óleo sobre lienzo
(Retablo de Santa Marta, junto al muro de Almanzor sur)

Aunque en 1992 Nancarrow consideraba que "probablemente" esta Inmaculada, traslada al retablo de Santa Marta en 1986, no pertenecía a Castillo (aduciendo la opinión de otros scholars), fue incluida en el catálogo de 2004. Aquí las Inmaculadas de Castillo se cifran en nueve pinturas y, al menos, tres dibujos. La mayoría siguen conservándose en la ciudad de Córdoba: tres de ellas en la Catedral (a las que había que añadir una cuarta en el envés de los lienzos que configuran el retablo de la Capilla de San Miguel, según Nieto); mientras que otras tres se encuentran en colecciones particulares fuera de la ciudad.


OSIO DEFENDIENDO A LOS CRISTIANOS
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668),  1660-1665- Óleo sobre lienzo
(Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta cerca muro sur Altar Mayor, Anmpliación Almanzor)

Antonio del Castillo pintó en Córdoba a Osio defendiendo a los cristianos cuando no había precedentes iconográficos al respecto en todo el arte español, siendo una temática inédita hasta el momento. En el siglo XIX la ciudad de Córdoba erigió una escultura del prelado frente al convento de Capuchinos, con un relieve en su base muy parecido a la obra de Castillo. La pintura pertenece al conjunto de obras del artista que fueron legadas al Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta por la familia Valderrama en el siglo XVIII. Al igual que el Martirio de San Eulogio, en el mismo Santuario de la Fuensanta, o el Martirió de San Pelagio, lienzo que pintase para un luneto de la Catedral cordobesa, son obras pictóricas muy del gusto barroco de la época. Castillo pretendió agradar con ellas a compradores cordobeses, recogiendo paisajes locales o desarrollando sus escenas en interiores sencillos y acogedores, de ámbito doméstico o palaciego. 


ADORACIÓN DE LOS MAGOS
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668), hacia 1643- Óleo sobre lienzo
(Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta cerca muro sur Altar Mayor, Anmpliación Almanzor)

La Adoración de los Magos es otra de las obras de Antonio del Castillo que componen el legado de Valderrama, testadas por la familia al Santuario de la Fuensanta. El conjunto lo componen cinco cuadros de idénticas dimensiones que responden a un formato medio. En este caso, se desarrolla una escena popular de temática religiosa extraída del Nuevo Testamento en un lienzo, una vez más, en disposición horizontal, que incremente así el sentido narrativo de la obra. El Evangelio de San Mateo recoge el pasaje del nacimiento de Cristo y, tras su alumbramiento, relata como llegaron de oriente tres magos guiados por una estrella a un humilde establo en Belén. 


MARTIRIO DE SAN EULOGIO
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668) Óleo sobre lienzo
(Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta cerca muro sur Altar Mayor, Anmpliación Almanzor)

El Martirio de San Eulogio es una obra temática religiosa de carácter narrativo. Forma parte del legado Valderrama, junto con una serie de pinturas sin ninguna conexión temática entre ellas, dato por otro lado contradictorio, ya que, cuando Palomino cita a Castillo, elogia las "historiejas de medio formato superior" sobre la pasión y martirio de los apóstoles. (...) El artista cordobés representa en este lienzo el instante de la decapitación de San Eulogio.


INMACULADA NIÑA
Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668), hacia 1660- Óleo sobre lienzo
(Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta cerca muro sur Altar Mayor, Anmpliación Almanzor)

La Inmaculada niña es una obra de madurez del pintor Antonio del Castillo, fechada hacia 1660. Por sus idénticas dimensiones y como dice Palomino, el lienzo podría formar conjunto con otras cinco piezas de Castillo, a excepción de la Conversión de San Pablo, que con motivo de esta exposición ha sido sometido a un proceso de restauración tras el cual se ha puesto en entredicho su autoría. El formato de la Inmaculada niña es horizontal y está articulado por la imagen de la Virgen en el centro de la composición."


SANTA BÁRBARA
Juan de Peñalosa (h. 1579 - 1636) -hacia 1618-1620
Óleo sobre lienzo, 250 x 159 cm, Inscripciones: JOANNE DE PEÑALOSA / PINGEBAT
(Mezquita-Catedral de Córdoba, Altar de Santa Bárbara y San Gregorio)

"Obra muy significativa de la escasa producción conocida del pintor Juan de Peñalosa es este lienzo con la representación de santa Bárbara, conservado en el altar de la misma advocación en la catedral cordobesa. Estilística y formalmente son reconocibles las características del autor, destacando la elegante estilización de las proporciones de la santa y su monumentalidad, así como el denso cromatismo y una factura decidida. La técnica, el color suntuoso en la tradición del manierismo italiano y la maestría en el tratamiento y volumetría de las telas singularizan la figura y le aportan un especial empaque, inclinándose al pormenor efectista de evidente raigambre italiana. Peñalosa recrea al fondo un apacible paisaje donde combina elementos naturales con una elegante arquitectura clásica que introduce al espectador en una escena desarrollada en el exterior."


MARTIRIO DE SAN PELAGIO
Antonio del Castillo y Saavedra (1616 - 1668) -hacia1645
Óleo sobre lienzo, 253 x 302 cm en medio punto Inscripciones: ANTº. CASTILLO SAAVEª, PINGEBAT, 1645
(Mezquita- Catedral de Córdoba, Capilla de San Pelagio)

"Una de las pocas obras firmadas y fechadas que se conservan del pintor Antonio del Castillo es, precisamente, este lienzo con la representación del martirio de san Pelagio, encargado en 1645 por el canónigo Lupercio González de Moriz para decorar su capilla funeraria en la catedral cordobesa. Esta capilla se encuentra junto al coro, en el lado de la epístola; es de reducidas dimensiones y muestra en su frente principal el tema del juicio de san Pelagio, es decir, el momento en que el joven mártir es conducido por dos sayones ante la presencia del califa Abd al-Rahmán III. Es una pintura de gran carácter narrativo, desarrollada en un escenario arquitectónico marcado por un amplio cortinaje y abierto a un paisaje, donde sucede el suplicio del santo."


SAN FELIPE Y SANTIAGO EL MENOR
Antonio del Castillo y Saavedra (1616 - 1668), Hacia 1667,Pintura mural
310 x 192 cm en medio punto
(Mezquita- Catedral de Córdoba, Altar de San Felipe y Santiago)

"Próxima al costado norte del crucero de la catedral cordobesa, encontramos una de las pinturas más singulares y características del arte naturalista del maestro Antonio del Castillo. Es la pintura mural con la representación de san Felipe y Santiago el Menor perteneciente al altar de la misma advocación, erigido a mediados del Seiscientos por el racionero don Felipe Baena y Palenzuela († 1667), cuya actividad en el cabildo cordobés queda reseñada en la inscripción sepulcral a los pies del altar. Consta dicho altar de una gran hornacina de medio punto con la mencionada pintura en su interior, adaptada a sus dimensiones y formato, donde aparecen los apóstoles representados de cuerpo entero, con tipos físicos de gran fuerza que recuerdan otras composiciones del artista. San Felipe, a la izquierda, aparece de pie, cubriendo su cuerpo con túnica y manto. La pose, con el cuerpo de frente mientras gira levemente el rostro hacia la derecha, contribuye al naturalismo de la figura, donde los detalles de la anatomía del rostro, el cabello y también la túnica y pliegues de la misma están cuidados con suma delicadeza. En su mano derecha porta sus atributos más característicos: el libro, abierto en este caso, y la cruz que alude a su martirio, descrito en la medieval Leyenda dorada. Santiago, representado también de frente aunque girado en tres cuartos, muestra el mismo tipo físico que el desarrollado en el altar de las Cabezas, también en la catedral cordobesa, donde el artista repite el tema iconográfico, añadiendo además la figura de la Virgen entre los apóstoles. Al igual que su compañero, viste túnica y manto, portando en su mano una estaca que le sirve a la figura para equilibrar el peso y graduar la pose. Ambas figuras se adelantan en el plano sobre un fondo neutro e impreciso, desprovisto de figuración. Las características técnicas de esta pintura son aplicables al resto de la producción religiosa del artista, con modelos representados con gran decoro y naturalismo, riqueza expresiva y profundo simbolismo, donde además el tratamiento de los pliegues y el estudio fisonómico de los rostros denotan una acusada tendencia realista."

TOMA DE CÓRDOBA POR SAN FERNANDO
Acisclo Antonio Palomino de Castro y Velasco (1655 - 1726)-hacia 1713, Óleo sobre lienzo, 500 x 290 cm aprox. Inscripciones: PALOMINO
(Mezquita-Catedral de Córdoba. Capilla de Santa Teresa o del cardenal Salazar)

"La capilla de Santa Teresa de la catedral de Córdoba, una de las obras más ambiciosas y coherentes del barroco andaluz de finales del siglo XVII, fue edificada junto al mihrab de la mezquita, en el terreno que hasta entonces habían ocupado las capillas de San Martín y San Andrés, fundadas en 1330, respectivamente, por los hijos de Arias de Castro (embajador de Fernando IV) y por el deán de la catedral Gil Pérez. En 1697 el cabildo de la catedral cedió este espacio al mercedario fray Pedro de Salazar y Toledo (1630-1706), que fue obispo de Salamanca (1680-1686), cardenal de Santa Cruz de Jerusalén (nombrado por Inocencio XI en 1686) y obispo de Córdoba (1686-1706), con el firme propósito de construir allí la sacristía de la catedral, que había de servir también como capilla de Santa Teresa de Jesús (por quien el cardenal sentía una especial devoción) y como cripta donde ubicar el panteón familiar del prelado. Las trazas arquitectónicas las dio Francisco Hurtado Izquierdo de acuerdo a planta octogonal con dos alturas: la inferior, a manera de cripta, destinada a usos funerarios; y la superior, cubierta con cúpula gallonada, que es la capilla de Santa Teresa propiamente dicha, con el sepulcro del cardenal y el acceso a la antigua sacristía, hoy museo. Consta documentalmente que las obras comenzaron en 1697 y debieron estar terminadas en 1703, fecha que figura en la clave del arco de ingreso. A partir de entonces se planteó la cuestión del exorno, que el cardenal no vio finalizado por haber muerto el 14 de agosto de 1706 y prolongarse las obras hasta 1713."


MARTIRIO DE SAN ACISCLO Y SANTA VICTORIA
Acisclo Antonio Palomino de Castro y Velasco (1655 - 1726), 1713, Óleo sobre lienzo, 500 x 290 cm aprox. Inscripciones: PALOMINO, FBT
(Mezquita-Catedral de Córdoba, Capilla de Santa Teresa o del cardenal Salazar)

"Los tres lienzos que Palomino pintó para la capilla de Santa Teresa de la catedral de Córdoba, Toma de Córdoba por san Fernando, Martirio de san Acisclo y santa Victoria y Aparición de san Rafael al venerable Roelas, están perfectamente documentados en el Archivo de Protocolos Notariales de Córdoba (escribanía 4, tomo 47, fol. 147v. y ss.), donde consta que los albaceas del testamento del cardenal Salazar formalizaron el encargo el 6 de abril de 1712, año en que Palomino recibió también el encargo, esta vez del cabildo catedralicio, de pintar los cinco lienzos del retablo mayor de la catedral, en sustitución de los que había pintado Cristóbal Vela Cobos: Asunción, San Acisclo, Santa Victoria, San Pelagio y Santa Flora. Aunque Ceán afirmó que Palomino permaneció en Córdoba solo hasta que finalizó los lienzos del retablo mayor y que los cuadros de la sacristía los pintó habiendo regresado a Madrid, Moya Casals, en 1941, demostró documentalmente que los había pintado todos en Córdoba, puesto que la escritura del citado protocolo, al asentar el contrato, decía que los cuadros para la sacristía debía pintarlos en el plazo de un año, por mil reales, e incluía una segunda escritura que asegura que Palomino cumplió el contrato y un tercer documento en el que, al hacer el libramiento del dinero acordado, sumaba la cantidad de quinientos reales “de ayuda de costa por el mucho tiempo que se detiene en esta ciudad a pintar los tres lienzos grandes para los tres arcos de la Sacristía Mayor”. En el Archivo Capitular de la catedral se conserva una carta, fechada en 1714, en la que el pintor agradece a los albaceas del cardenal Salazar la rapidez en el pago del encargo."


APARICIÓN DE SAN RAFAEL AL VENERABLE ROELAS
Acisclo Antonio Palomino de Castro y Velasco (1655 - 1726), 1713, Óleo sobre lienzo, 500 x 290 cm aprox. Inscripciones: REX PICTANT. PALOMINO, FBT Aº 1713
(Mezquita-Catedral de Córdoba, Capilla de Santa Teresa o del cardenal Salazar)

"En opinión de Raya, de los tres lienzos que pintó Palomino para la capilla del cardenal Salazar, este “es quizás el de más sabia y compleja composición de la serie” y el que contiene la firma más completa: “Rex Pictant. Palomino. F.B.T Aª 1713”, o lo que es lo mismo, “Palomino, pintor del Rey, lo hizo, año 1713”. El venerable padre Andrés de las Roelas fue un sacerdote cordobés, muerto en 1587, que tuvo cinco apariciones de san Rafael a lo largo de su vida en las que le reveló que él salvaría la ciudad. En 1578 se había desatado una epidemia de peste y Roelas, que había tenido ya cuatro apariciones del arcángel, desconfiaba de que todo fuera un engaño de los sentidos. Habiéndolo consultado con varios teólogos de la Compañía de Jesús, tomó la determinación, por consejo de su confesor, de que si San Rafael se le aparecía una quinta vez, le preguntaría quién era, a fin de descartar un engaño del maligno. La madrugada del 7 de mayo de 1578 se produjo la quinta aparición y el arcángel contestó: “Yo te juro, por Jesucristo crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad”. En esa misma visión, le confirmó que los huesos hallados en la iglesia de San Pedro correspondían a los Santos Mártires de Córdoba, nombre genérico con que son conocidos los cristianos martirizados por orden de los Omeyas en el siglo X. Unos días después, las reliquias encontradas en San Pedro fueron convenientemente guardadas y veneradas en una caja relicario coronada con un crismón, la peste cesó y el venerable Roelas declaró el contenido de las revelaciones a su confesor y a los teólogos que lo habían orientado. Las cinco apariciones de san Rafael no fueron divulgadas hasta veinticinco años después de la muerte de Roelas, lo que explica que, hasta 1603, la habitación donde habían ocurrido no fuera transformada en oratorio. Tomando ese oratorio como eje, en 1611 se inició la construcción de un templo de mayores proporciones, que se terminó de construir en 1732. En paralelo se erigieron en honor de san Rafael altares y columnas de triunfo en diferentes iglesias y plazas de la ciudad para conjurar pestes, epidemias y desastres, figurando en todos ellos una cartela con la respuesta que el arcángel le había dado al venerable Roelas."


Ubicación de las obras en la Mezquita-Catedral

Información de la Exposición por la ciudad de Córdoba:

3 comentarios :

car res dijo...

Pues hay que agradecerte a ti , el poder recordar y visionar las obras de este pintor.La ob
sesión por el producto turístico Mezquita,no deja la realización de otros ,por las di
ficultades que tú has encontrado.En Barcelona,pasa lo mismo con la Sagrada Familia,pero aquí
ya se han abierto otros caminos,como son la obra de Gaudi,el modernismo,las casas de
la burguesía del XIX....Son mucho más interesantes que la visita a la Sagrada
Familia.Has hecho una buena labor,a ver si alguien se da cuenta del hecho.
Saludos."ben"

Paco Muñoz dijo...

Muchas gracias Carlos. Me ha costado trabajo pero como me lo he tomado con filosofía, pues me parece que no me he dejado ninguna obra detrás. La ventaja saber más de nuestros pintores y coetáneos. Para muchos (incluido yo) Antonio del Castillo era una calle que va desde Ambrosio de Morales a Plaza de Jerónimo Páez. Y eso que murió joven 52 años, para el siglo XVII a lo mejor era mucho, pero dejó una abundante obra. Hay que reconocer que sin la iglesia no hubieran existido estás obras de arte, claro eran los que se podían permitir pagarlas, en el supuesto que las pagaran, a Cornejo le costó y al final le pagaron con el cielo. Importante la labor difusora de el Museo de Bellas Artes y los colaboradores, pero un poquito de más información no vendría mal. Un abrazo y gracias nuevamente..

Paco Muñoz dijo...

Estimados lectores: me faltaban una serie de obras de la muestra, que gracias a la deferencia del la Dirección del Museo de Bellas Artes de Córdoba, las he incorporado hoy a esta entrada.
Un cordial saludo.